La llamada duró unos 20 minutos. Por momentos se interrumpía la señal. El expresidente Oscar Arias recordó, para este especial de Política de la Revista Dominical, el proceso que llevó al éxito del plan de paz para Centroamérica. Este es el recuerdo más vívido y exacto del exmandatario, sin que necesariamente entrara en detalles que quedarán, para otra ocasión.
"Yo gané las elecciones habiéndome comprometido con el pueblo de Costa Rica, con varios compromisos a los que llamé los peldaños de la Catedral, y fue por esa razón que al día siguiente de las elecciones, le fui a dar gracias ala Virgen de los Ángeles por el triunfo, y a pedir fuerzas para cumplir con esos peldaños.
Entre esos peldaños estaba construir 80.000 viviendas, crear el Banco Hipotecario de la Vivienda, luchar por la igualdad real de hombres y mujeres, la igualdad de género, una ley que se aprobó durante mis cuatro años. Además prometí generar 35.000 empleos, y renegociar la deuda pública y la deuda externa, cosa que hicimos, y lo más importante era buscar una solución a los conflictos centroamericanos mediante la diplomacia, ese era el más importante.
Era el más importante porque si Costa Rica se involucraba en el conflicto militar, nada de eso que le digo, se habría logrado. Lo más importante era entender que no hubiera podido cumplir con ninguno de estos compromisos si Costa Rica se involucraba en los conflictos de la región. No habría tenido fuerza moral para decirles a los acreedores que renegociáramos la deuda, no habríamos podido crecer en un 5% en promedio en los 4 años, cuando terminamos con el desempleo más bajo del continente, 3,2%.
Cuando fracasó Contadora, y por primera vez visité al presidente (Ronald) Reagan en la Casa Blanca, me di cuenta dela obsesión de Washington, o del presidente Reagan, por sacar al sandinismo del poder por medio de la Contra, y el presidente me manifestó que mi actitud de no querer apoyarlo era totalmente equivocada, porque desde el 8 de mayo (1986) expulsé a los dirigentes de la Contra que residían en Costa Rica.
Le manifesté al Gobierno de Washington y al de Moscú que yo lucharía con todas las fuerzas de mi espíritu para silenciar las armas mediante la diplomacia, y no la fuerza militar.
Como el vicepresidente Bush había asistido a mi toma de posesión, y había nacido una amistad entre nosotros, yo le pedí hablarle a solas y le manifesté que regresaba a Costa Rica a redactar un plan de paz, eso fue en diciembre del 86. Ese primer borrador lo redacté en enero, y comenzamos a trabajar en él, y a pulirlo, y a finales de enero lo distribuimos a los otros cuatro presidentes centroamericanos.
La primera reunión con los presidentes centroamericanos (menos Ortega)m, tuvo lugar aquí el 14 de febrero, le dije a Daniel que no quería exponerlo a manifestaciones hostiles de parte del pueblo de Costa Rica, como la que había tenido su embajadora cuando entró al Estadio Nacional para mi toma de poder.
Le dije que yo iría a verlo en Managua, cosa que hice, ahora, mi gran sorpresa al entrevistarme con Napoleón Duarte (entonces presidente de El Salvador), José Azcona (de Honduras) y Vinicio Cerezo (Guatemala), fue darme cuenta de que la última palabra la tenía los militares, y no los cancilleres.
No voy a entrar en detalles de mis conversaciones con cada uno de los jefes militares, pero todo fue conversaciones informales sobre lo que les había sucedido. Hay que tener presente que estas democracias centroamericanas eran muy endebles, y que los militares que habían estado gobernando durante mucho tiempo, conservaban un poder enorme sobre los presidentes civiles.
La conclusión de este primer encuentro con estos tres presidentes (en San José), fue para mí, que el cronograma que yo había hechom tendría que ser extendido, porque iba a requerir mucho más trabajo del que me imaginaba, con ellos, y con el resto del mundo para conseguir un mayor apoyo internacional. Eso fue a mitad de febrero del 87. Eso me llevó a visitar gobiernos suramericanos, y sobretodo, gobiernos europeos, visitamos a una gran cantidad de gobiernos europeos, pero yo tenía particular interés en conseguir el apoyo de dos gobiernos y el Vaticano. El Vaticano por razones obvias, por ser América Latina fundamentalmente católica, y de dos gobiernos conservadores, cuyos primeros ministros eran muy amigos del presidente Ronald Reagan: Brian Mulroney de Canada y Margareth Thatcher del Reino Unido.
Todos los demás países europeos, Francia, Portugal, Bélgica, España, todos los demás nos apoyaron, y finalmente, Canadá y el Reino Unido nos apoyaron porque no quisieron distanciarse de los demás países de la Unión Europea apoyaron el plan de paz. Eso fue en mayo del 87.
Regresé y pasé a Guatemala, a saludar a Vinicio Cerezo, a pedirle que necesitabamos hacer un esfuerzo muy grande, porque la presión que tenía, sobre todo don Napoleón Duarte era, muy fuerte como para no apoyar el Plan de Paz, y esto fue lo que finalmente confundió a Daniel Ortega, que siempre creyó que él (Duarte) estaba en contra del Plan de Paz. Ortega estaba en contra del PLan de Paz porque lo obligaba a hacer elecciones, y en el primer encuentro que tuve con Daniel Ortega en Esquipulas, en Guatemala, yo le manifesté que el mundo no esperaba de él que convirtiera a Nicaragua en una segunda Cuba, y él me contestó que no esperara yo, que él fuera a convertir a Nicaragua en una segunda Costa Rica.
Al igual que Fidel Castro, cuando una revolución triunfa, es para permanecer en el poder indefinidamente, y por eso, el que el motivo principal de mi plan de Paz fuera que una paz duradera en la región solo era posible si había democracia representativa entre los cinco países centroamericanos, para el presiente Ortega esto era algo inaceptable.
Yo fui a ver a Daniel Ortega a Managua, y al Cardenal Obando y Bravo, y mi sorpresa fue que los nueve comandantes estaban muy en contra del Plan de Paz, porque los obligaba a hacer elecciones.
Tuvimos que posponer la reunión de presidentes hasta que finalmente llegó el día de lo que se llama Esquipulas II, que a mí no me gusta llamarlo así. Era la primera reunión con un plan de paz sobre la mesa, ahí resultó que el día anterior, de partir yo hacia Guatemala, los republicanos y demócratas se pusieron de acuerdo, y propusieron una alternativa a mi Plan de Paz que se llamó el Plan Wright- Reagan, Jim Wgriht era el líder del Congreso.
Y para no entrar en detalles, Ortega se dio cuenta de que la alternativa era infinitamente más contraproducente que nuestro Plan de Paz, y francamente no le quedó más que cambiar de posición y llegar esperanzado de que el que dijera que no estaba de acuerdo, fuera don Napoleón Duarte, presionado por los militares del Pentágono, que presionaban a los militares hondureños, salvadoreños y guatemaltecos.