E l agua, o H2O en forma líquida, es requisito indispensable para la vida. Para nadie es un secreto que el 66% del cuerpo humano es agua y que hay agua en cada célula humana. A cada momento, estamos liberando agua en forma de orina, de sudor, de heces…
Y reponer el agua que perdemos es esencial. Hasta aquí, nada que no se sepa.
Lo que tal vez muchos ignoran es que una “sobredosis de agua” puede resultar muy nociva y, en ocasiones, hasta fatal.
El año pasado en California, Estados Unidos, se reportó la muerte de una mujer de 28 años tras un concurso de ingesta de agua contrarreloj.
Consumió más de seis litros y terminó vomitando y con un severo dolor de cabeza. El epílogo de la historia fue su deceso por “intoxicación con agua”.
No es la primera vez que sucede algo así en Estados Unidos. En el 2005, murió un joven de California State University, después de ser obligado a tomar volúmenes ingentes de agua entre varios circuitos extenuantes de abdominales. También se han reportado fallecimientos de personas que, a causa del consumo de drogas como el éxtasis –que llevan a bailar y sudar incontrolablemente y, por ende, producen mucha sed– toman vasos y vasos de agua para rehidratarse.
Un reporte del New England Journal of Medicine reveló que cerca de la sexta parte de los corredores de maratones sufren algún grado de hiponatremia o dilución de la sangre debido a exceso de agua en el cuerpo.
El término mezcla palabras del latín y del griego y se traduce como “insuficiente sal en la sangre”.
En el ámbito de la microbiología, equivale a tener la concentración de sodio por debajo de 135 milimoles por litro. Esta condición produce dolor de cabeza, fatiga, naúsea y vómito, mareo y confusión mental.
Lo que sucede cuando alguien bebe mucha agua en un período muy corto, es que los riñones no logran procesarla y la sangre “se inunda de agua”. Ese exceso de líquido busca acomodo en ciertas células, que se inflan como bombas para recibirlo.
El clásico consejo de tomar “ocho vasos de agua al día” suele ser de beneficio para la mayoría de la gente, aunque sigue habiendo controversia respecto a cuál es el volumen ideal.
Lo que sí está claro, una vez más, es que los extremos no son buenos.