Lo primero que se ve es una espalda al descubierto con un gran tatuaje en la parte superior, mientras la cámara recorre cuesta abajo una espina dorsal para encontrarse con un trasero velludo cobijado por calzones blancos con puntos rosados. Suenan las notas musicales de un bajo y varias pantaletas caen al suelo. Cuando entra la percusión, cada acento de tambor suena como una nalgada.
Durante los próximos cuatro minutos traseros, pechos, espaldas y cuerpos desnudos conviven en un universo de colores pastel, ropas extravagantes, crema chantillí, lenguas y un sinfín de situaciones que corrompen toda concepción de los roles de género, la sexualidad y la libertad. Esa es la versión sin censura del video, disponible en YouTube; la versión censurada es ininteligible, con todas las imágenes distorsionadas a más no poder –no solo traseros y senos: todo–.
El video se llama Señorita Abril y Miss Cometas. Es el acompañamiento visual para una canción del mismo nombre, interpretada por el grupo musical costarricense Señorita Abril. Producido por Menta Violenta Estudio, el audiovisual incorpora a casi 30 personas que posan sin ropa o en vestimentas sexualmente liberadoras. Empero, no es un material pornográfico y YouTube no lo ha censurado (hasta ahora).
Miss Cometas es parte de una oleada artística de protesta y performance en Costa Rica que utiliza el cuerpo desnudo y la sexualidad como argumentos de empoderamiento y liberación sexual. La descripción de la obra incluye una suerte de aclaración: “Este video tiene contenido con exposición de desnudez y actos sexuales dramatizados dentro de un contexto artístico”.
Cuando más de 9.000 personas lo habían reproducido hasta mediados de esta semana, el 25% de los votos en YouTube eran negativos. No es una gran novedad: aquí y en el otro lado de la Tierra habrá personas que se incomoden con los cuerpos desnudos, especialmente si actúan de la forma en la que actúan en Miss Cometas .
“La canción es tremendamente romántica; de ahí nació la intención de representar, por medio del video, la otra faceta del amor. Esa faceta de la que todos saben, pero nadie habla”, explica Natalia Ávalos, productora de Menta Violenta. “Nuestro propósito era mostrar todas aquellas perversiones, fetiches y parafilias que se encuentran dentro de las relaciones amorosas”.
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Un segmento de la población costarricense se ha desnudado en público en el último año. Meses atrás vimos a estudiantes universitarios marchar desnudos en San Pedro, en forma de protesta. Poco tiempo después, una mujer caminó sin ropa en Barrio México y hasta los policías la filmaron. Para rematar, en la pasada Marcha de la Diversidad el colectivo Haus of Weisas hizo representaciones de actos sexuales en el espacio público.
Ese día, Ursula Amador –estadista de profesión y parte del colectivo– se recostó en el asfalto de una avenida principal de San José, con los dedos de su mano corrió el calzón que se encontraba debajo de su enagua transparente, e hizo como que se masturbaba. Quién sabe cuántos minutos pasaron para que la fotografía que alguien tomó en el acto inundara las redes sociales y encendiera la furia social.
Amador y Haus of Weisas no son novatos en eso de dejar al costarricense conservador con la quijada en el suelo. Otra de sus polémicas protestas fue mostrar el ano en el juego mecánico La Tagada, en las fiestas de Zapote de 2015, como una suerte de crítica a los memes y comentarios que surgieron luego de que a una muchacha –sin su consentimiento– se le filmara en ese juego mecánico cuando no podía controlar su enagua, que amenazaba con despedirse de su cuerpo.
En este periódico, algunos de sus actos fueron catalogados como performances artísticos, pero para Ana Carcedo –madre de Amador y presidente del Centro Feminista de Información y Acción (Cefemina)– eran más que eso. “Fue una forma de protesta. Ustedes le ponen nombre de performance , y entonces la parte de protesta queda fuera”, alega Carcedo.
“No sentimos que somos un grupo que se dedica a decir ‘estamos en contra de algo’, sino que decimos ‘estamos a favor de esto’”, cuenta Amador. “El colectivo está basado mucho en el disfrute, el gozo, la alegría y el amor”.
“Nos parece ridículo que si un chico quiere ponerse una enagua no puede ir a un centro comercial a conseguir una enagua. Mi mamá no podía usar pantalones en la época franquista. ¿Por qué en la playa sí puedo usar un bikini y una telita diminuta y si uso lo mismo en San José me lleva la policía? Por cierto, eso ya nos ha pasado y nos han dicho que es distinto en la playa que en San José. ¿Por qué?”, se cuestiona Amador.
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El arte erótico es milenario. Las cerámicas de los griegos estaban llenas de imágenes relacionadas al sexo. En Sudamérica, la cultura Moche hacía esculturas sexualmente explícitas. El arte –en parte– se debe al sexo, y la exploración sexual –en parte– se debe al arte.
La imagen erótica o sexual ha sido un medio importante para comunicar una de las características más importantes de la vida humana, la cual en el plano público normalmente ha quedado escondida: la relación de las personas con sus cuerpos y la exploración propia y social de sus sexualidades.
Ana Carcedo, de Cefemina, recuerda a la artista guatemalteca Regina José Galindo, quien se especializa en arte corporal y ha incluido desnudos en su obra en numerosas ocasiones. “Nunca es solo un cuerpo desnudo; siempre es un contexto, siempre hay una intención, un momento determinado”, dice. “Algunas veces no es el cuerpo desnudo, sino la utilización de símbolos como una vagina o una vulva, para mostrar lo que nos han dicho que hay que ocultar”.
En un ensayo enfocado en el cuerpo desnudo de la mujer como forma de protesta y empoderamiento, la escritora británica Shahidha Bari se cuestiona si la forma moderna del nudismo femenino logra escapar de la histórica tendencia a deshumanizar a la mujer haciendo de su cuerpo un objeto (lo que llaman “objetificación”).
Para la académica, uno de los mayores desafíos del feminismo moderno es la búsqueda de nuevas maneras para representar el cuerpo femenino tomando en cuenta sus complejidades y la diversidad de las mujeres, sin que ello necesariamente implique cierto desnudismo.
A diferencia del cuerpo masculino, el cuerpo femenino ha sido históricamente un objeto de consumo; un bien compartido en lugar de un ser humano. Según Bari, vivimos en una “cultura comercial en la que las mujeres se reducen a sus cuerpos, en lugar de sus voces”; una cultura “abrumadoramente sexualizada y mercantilizada”, donde los cuerpos femeninos son “apreciados por su adhesión a los ideales de belleza”.
Al final del ensayo, la autora invita a buscar nuevas formas poderosas, provocativas e inteligentes para describir la vida de los cuerpos femeninos.
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Uno de los ejercicios artísticos en Costa Rica que mejor ha logrado plasmar el desnudismo sin que se sienta sexual es Epifanía, un video realizado por las estudiantes de diseño gráfico Dana Noguera y Valeria Rodríguez.
Con más de 37.000 reproducciones hasta la fecha, Epifanía ha creado cierto impacto dentro y fuera del país, no necesariamente por su calidad técnica, sino por la idea sencilla que conduce.
Empieza con imágenes de personas jóvenes vestidas y sonriendo apenadas frente a la cámara; de pronto, las prendas empiezan a desaparecer de sus cuerpos, no de forma erótica, sino como cuando uno se quita la ropa al final de día, antes de descansar. El lente se enfoca en el pecho de las mujeres y los hombres, y en algunos casos es complicado distinguir entre los unos y las otras.
“Somos plural, de ahí nuestra singularidad”, lee la descripción del video, quizá la mejor forma de resumir el argumento que trataron de presentar las creadoras.
“La idea del video es exaltar lo más básico y natural de las personas; lo que muchas veces se ve como prohibido o vulgar, como nuestra desnudez”, explica Noguera. “¿Por qué los pezones de las chicas son mal vistos o son asociados a algo vulgar o indecente, cuando los de los chicos son más bien deseados?”, se pregunta.
La desnudez como protesta y empoderamiento no debería reducirse al cuerpo femenino, dice Noguera. “Todos tienen derecho a sentirse cómodos con su cuerpo y a amarse, y está en cada uno tomar la decisión y reflexionar si se siente cómodo (desnudo) frente a la cámara para apoyar un movimiento de igualdad y aceptación grupal e individual”.
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Si bien su obra no se enfoca únicamente en mujeres, las fotografías de desnudos del artista costarricense Joel Obando normalmente son de cuerpos femeninos y joviales de la ciudad de San José. Su proyecto fotográfico se llama Joel’s Light y desde comienzos de 2014 ha intentado presentar sus imágenes de forma que no se consideren pornográficas, sino tan solo expresiones humanas.
“Usted puede ver una fotografía de periódicos amarillistas o ‘revistas para hombres’ contra una fotografía mía y ver la diferencia: una objetifica a la persona y la otra exalta su belleza”, dice, sin intenciones de criticar a las personas que aparecen en las fotografías de contratapa de varios medios locales.
“Con lo que no estoy de acuerdo es con la intención de los medios de comunicación de cosificar ni con la percepción del público que consume esos medios. Esa cultura, la de pensar que el cuerpo humano desnudo (y sobre todo el de la mujer) es pornografía, es muy difícil de cambiar de un día para otro”, manifiesta Obando.
Nicole Bonilla, de 21 años, es egresada de gastronomía y estudia antropología, y ha sido fotografiada por Obando, así como también aparece en Epifanía y en Señorita Abril y Miss Cometas. Es una de esas jóvenes costarricenses que el año pasado se quitaron la ropa en frente de todos.
Bonilla cuenta que decidió despojarse de su ropa en estas obras porque tenía muchos años sintiéndose incómoda e insegura con su cuer-po, “pero poco a poco comencé a aceptarme y, aunque suene cliché, empecé a amarme.
”Mi cuerpo es mío y no quiero seguir teniéndole miedo”, alega Bonilla.
Para sus creadores y participantes en Costa Rica, el desnudismo en un contexto de protesta o manifestación artística es un acto de empoderamiento y hasta cierto punto de rebeldía. Es un grito al cielo que intenta transformar costumbres relacionadas a los roles de género y a la sexualidad como algo oculto, enigmático y perverso.