Sobre su camisa blanca, se lee el logotipo de la empresa que dirige: “Helados de sorbetera doña Chela”.
Se llama Daniel Méndez, tiene 22 años y está sentado al lado de su madre, Rosi Martínez, quien ha delegado el 100% del que fuera su negocio en su hijo menor. “Cuando me preguntan quién es el que hace la receta, yo señalo a Daniel y la gente se asombra”, cuenta la madre.
Desde muy pequeño, aprendió a combinar el clavo de olor, la nuez moscada y la canela, con la vainilla. Daniel recuerda que, a sus 9 años, llevó a su paladar una cucharada de estos ingredientes mezclados en un atípico helado. Los ojos se le abrieron y se enamoró.
Su madre le enseñó la receta que ella aprendió de unos tíos muy mayores, Don Teno y Doña Chela, quienes tenían en su poder una sorbetera tradicional con la que preparaban este postre.
Cuando ambos tíos murieron, Rosi se quedó con la sorbetera y empezó a montar el negocio que diez años después dejaría a su hijo. “Él comenzó con la visión de cambiar la imagen, comercializar el helado y llegar directamente al consumidor. Yo hice lo primero y él lo terminó”, explica Martínez.
Amante de la cocina, explorador de combinaciones y sabores nuevos, Daniel Méndez Martínez quiere que su helado sea famoso. Tiene su local en La Garita de Alajuela, donde recibe a los clientes y responde a sus preguntas sobre la elaboración de estos tradicionales helados de sorbetera.
“Me gusta cuando llegan y me preguntan qué son y cómo se hacen. Yo les doy toda la explicación. Este producto no es muy común ahora y yo quiero que se haga nuevamente tradición”, expresa el joven empresario quien hasta ha pensado en poner su sorbetera en exhibición para mostrar a la clientela el meticuloso proceso de elaboración del helado.
Todas las noches, Méndez debe preparar los helados en sus distintos sabores, y al día siguiente le toca estarlo moviendo para que conserve su textura.
Daniel está consciente de que son pocos los muchachos de su edad que tienen ya una “visión empresarial” y añade que es especialmente inusual que sea haciendo los helados que tanto ama.
“Ahora, todos los días pruebo un helado, pero hubo épocas en que no podía hacerlo porque estaba luchando duro contra el sobrepeso”, cuenta el muchacho, estudiante de Administración de Empresas.
Han sido la motivación propia –a raíz de su adelgazamiento– y la fuerza de voluntad, los motores que lo empujaron a incursionar en este negocio. “Siempre es necesario ponerse metas y buscar cumplirlas. Yo no paro hasta lograr lo que quiero”, afirma enérgicamente, al tiempo que añade que su plan es abrir nuevas sucursales de helados de sorbetera Doña Chela por todo el país.
“Estoy viendo al futuro, pero trabajando fuerte en el presente”, dice, mientras su madre sonríe en el asiento que más tarde ocupará algún cliente.