Cada mañana, Douglas Campos sale de su pequeño apartamento en Kabul y sube a un carro blindado. Adentro, lo espera un chofer afgano, armado, que tiene la orden de protegerlo en caso de cualquier ataque.
El 27 de enero del 2012, a las 9 a. m., este alajuelense con 20 años de trabajar para la Organización de las Naciones Unidas (ONU), llegó a la capital afgana para trabajar en una misión en el área política, de reconciliación y asuntos civiles en ese país.
Es el único costarricense en Afganistán, y uno de los mil funcionarios de la ONU distribuidos en el mundo a cargo de esos asuntos, de los 30.000 que laboran para esa entidad.
En Afganistán, forma parte del grupo de 35 especialistas de Naciones Unidas con autorización para viajar al centro de la ciudad y trabajar allí, pues su misión se relaciona directamente con el gobierno.
“Sí, es un lugar muy expuesto. Vivimos al lado de un campamento norteamericano de donde salen helicópteros, y también al lado del aeropuerto en línea de descenso de aviones militares. Cerca está una base militar afgana donde todas las noches hay detonaciones controladas de los explosivos que ellos recogen”.
En sus palabras
Veinte años con la ONU lo han llevado a recorrer más de un centenar de países.
Su última misión fue en Costa de Marfil, donde pasó seis años antes de tomar la decisión de brincar a Asia.
“El 2011 fue una época muy dura para mí porque el gobierno de facto (en Costa de Marfil) no quería que la ONU estuviera ahí. Fui expulsado del país, atrapado por la policía y me quebraron las costillas. Tuve que vivir en mi casa por tres meses porque sacaron en un programa de televisión, acusándome de un complot contra el presidente de facto. Me rompí una pierna cuando comenzaron a bombardear el edificio y perdí a una de mis mejores amigas de un balazo en la cabeza. Ella fue la única civil entre 30 víctimas.
”Fue muy duro perderla. Murió por una bala perdida de 12,45 milímetros, una bala antiaérea. Yo, como parte del comité de investigación después del accidente, tuve esa bala en mis manos. Cuando uno tiene la bala que mata a tu amigo, la primera reacción es de odio. Pero me puse a pensar: ‘Con odio, ni traigo de vuelta a mi amiga ni le hago nada a la persona que disparó, porque no sabe que mi amiga murió por esa bala’. {^SingleDocumentControl|(AliasPath)/2013-03-31/RevistaDominical/Articulos/RD3103-TICO/RD3103-TICO-summary|(ClassName)gsi.gn3quote|(Transformation)gsi.gn3quote.RevistaDominicalQuoteConExpandir^} ”Lo primero que pensé después de esa reacción de odio fue en los hijos de esta persona, y que ellos no se merecían vivir en una sociedad de violencia como esta. Recé para que nunca tuvieran que disparar una bala. Y le pedí a Dios por la persona que mató a mi amiga, y por los hijos de la persona que la mató. Esto no pretende ser un acto de santidad ni mucho menos. En este tipo de contextos, uno es entrenado para pensar de esa manera. Eso ayuda a superar los traumas”.
Estas memorias surgieron un día antes de que Douglas regresara a Kabul. Pasó varias semanas en Costa Rica recuperándose de una lesión pulmonar desarrollada en otra de sus misiones, en Chernobyl, y de una quebradura debido a la onda expansiva de una bomba en Kabul.
No es lo que dicen
Fue la muerte de su amiga lo que lo hizo solicitar un cambio de destino.
“Yo trabajo adonde nadie quiere ir. Después de muchos años en África (nueve en total: en Costa de Marfil, Sierra Leona, Mozambique, Angola...), decidí que era tiempo de un cambio.
“Así que me fui para Afganistán con el compromiso de trabajar para la sociedad civil; con jóvenes, mujeres y activistas.
”Los afganos son gente muy buena y el país es muy, muy bonito. Me gustaría que las personas entiendan que Afganistán no es un país de gente mala; es un país de gente sufrida, donde las personas han debido aprender a vivir con violencia todo el tiempo, pero esa violencia no les ha quitado las ganas de vivir y de tener sueños.
”Que hay riesgos, hay riesgos, y hay manera de enfrentarlos. Yo siempre he dicho que el problema no marca la diferencia; la diferencia la marca la forma cómo enfrentés el problema.
”En setiembre, estalló una bomba de 200 kilos a dos cuadras de mi oficina. La onda explosiva de esa bomba me tiró al suelo, y me rompió el tendón de aquiles y la rodilla. Ya son cuatro cirugías las que he tenido en mi pierna, pero eso no me desanima. Mi trabajo puede que me haga quebrar una pierna, pero no quebranta mi espíritu”.
Seguir sin descanso
Esa bomba de 200 kilos fue la que lo trajo a Costa Rica unas semanas, después de Navidad.
Aquí se reunió con amigos y familiares antes de iniciar el viaje de regreso a Afganistán, donde Douglas considera que está su casa temporal. No sabe por cuánto tiempo más lo mantendrá la ONU ahí.
En nuestro país, aprovechó para visitar la Universidad para la Paz (Upaz), de la cual es egresado y profesor.
Es en Costa Rica donde él mismo se ha encargado de mostrar una cara desconocida del país que hoy es su nuevo hogar.
“El reto para mí es integrar los esfuerzos, las ideas y lo que estas personas de la sociedad civilhacen, especialmente las mujeres. Por ejemplo, cómo crear un proyecto que ayude a varias comunidades a que la salud materno-infantil mejore. O cómo permitir que las mujeres se integren como enfermeras en el ejército afgano si una mujer tiene prohibido tocar el cuerpo de un hombre que no sea su esposo.
”Estamos hablando de tradiciones y valores, y de situaciones que resulta necesario hacer de manera diferente. El parlamento afgano tiene 257 escaños. Dos son para mujeres, y a una la mataron hace tres meses. Hay una candidata a presidenta para las elecciones de junio del 2014, y desde ya se sabe que esa mujer no tendrá siquiera apoyo porque muchos no votarán por ella a causa del miedo”, cuenta Douglas. {^SingleDocumentControl|(AliasPath)/2013-03-31/RevistaDominical/Articulos/RD3103-TICO/RD3103-TICO-quote|(ClassName)gsi.gn3quote|(Transformation)gsi.gn3quote.RevistaDominicalQuoteSinExpandir^} El día en que este tico conoció Kabul, la capital afgana lo recibió con una capa de metro y medio de nieve y con rostros afganos igual de fríos. “Comencé a andar por las calles de Kabul hacia la base. Las noticias te hacen creer muchas cosas y lo que yo había leído sobre Afganistán era malo, ¡todo! Pero la realidad muestra todos los matices: Kabul es una ciudad grande, parcialmente vieja, construida por los británicos. Era un punto de tránsito de especias en la ruta de la India hacia el Mediterráneo. Aún tiene mucho comercio. Es una ciudad de lugares muy bonitos.
”Aquí todo lo arreglan muy rápido. Un carrobomba explota, deja un cráter, y al día siguiente, está arreglado. No importa cuántas bombas estallen”.