Caca'e gato se murió cuando al Cartaginés solo le faltaban 131 días para alzar un trofeo. No el más codiciado, de acuerdo: el título nacional sigue esquivo –o maldito, según se quiera ver–. No se sabe cuándo se coronará campeón el equipo azul y blanco, pero se saben dos cosas: que el 19 de noviembre del 2015, Danny Fonseca alzó un trofeo y que el 12 de julio de ese mismo año Caca'e gato se murió.
Lo hizo con frío, una mañana de domingo, empapado; le chorreaban el pelo gris, las ropas andrajosas, los huesos. Lo hizo tras 63 años de apoyar a un equipo ingrato, tras muchas décadas de beber empedernidamente, tras pasar sus últimos días condenado a la indigencia.
Caca'e gato murió al pie de la puerta de una casa abandonada, muy cerca de la Basílica de Los Ángeles, en Cartago. Junto a un jardín donde la maleza crece sin restricciones y bajo un techo cuyas tablas de madera ya ceden ante la gravedad y la ausencia de mantenimiento, el anciano amaneció mas no despertó.
A la muerte le encantan las ironías: la casa donde murió Caca'e gato, el icónico fanático del Club Sport Cartaginés, perteneció en su día a Asdrúbal Meneses, El Meta Nacional, El Largo, Papas, legendario arquero del equipo blanquiazul de antaño y de la Selección Nacional; Meneses murió en mayo del año pasado y su casa quedó a la suerte del tiempo y de la vida.
Con los meses y con el abandono, la casa de Meneses se convirtió en refugio improvisado de indigentes y borrachos; todos ellos se preguntaban, dos semanas después de fallecido, por qué Caca'e gato se había tenido que morir.
Caca'e gato se llamaba German Valverde. Pocos sabían eso, aunque todos lo conocían. Ninguna jornada estaba completa en el Fello Meza sin que se elevara el grito: "¡Ahí viene Caca'e gato, ya perdimos!". El saco de sal, el culpable de las derrotas, el muñeco. Caca'e gato apechugaba por su ingrato equipo y hacía de chivo expiatorio.
El día que murió, el Cartaginés goleó al Uruguay de Coronado, 4 a 1. Antes del segundo tiempo se guardó un minuto de silencio; en las gradas se juntó dinero para los gastos fúnebres. Al día siguiente, mientras el ataúd –cubierto con una bandera blanquiazul– se incrustaba en la tierra, se escuchaba el grito de "Vive, vive".
Cuando se apoya –por razones imposibles de explicar– a un equipo ingrato, la muerte significa dejar de sufrir. Cuando se apoya al Cartaginés, morir se parece mucho a campeonizar.
132 días antes de que Danny Fonseca levantara el trofeo que acreditaba al Cartaginés como campeón del Torneo de Copa, German Valverde caminó hasta la antigua casa de un exportero de la selección nacional. Empapado hasta el alma por una aguacero ingrato, se recostó al pie de la puerta y nunca más volvió a levantarse.
Nadie podrá saber nunca qué pensaba en sus últimos momentos el más icónico aficionado del equipo más ingrato de todos, pero yo tengo una teoría: mientras la vida se le escapaba, a los labios y a la cabeza y al corazón de Caca'e gato asistieron, aunque ligeramente parafraseados, los versos que hace mucho tiempo escribió César Vallejo: "Campeonizaré en Cartago con aguacero, un día del cual ya tengo el recuerdo".
LEA MÁS: 'Caca’e Gato', el fantasma