Javier Álvarez hizo buenos dólares cuando salió la nueva versión del videojuego FIFA 14 en setiembre del 2012. Desde su computadora personal en Desamparados, empobreció un poco a jugadores de todo el mundo. Las apuestas por Internet eran plata fácil, sobre todo para un colegial que apenas se alistaba para entrar a la U . Después de un par de semanas de golear a sus adversarios en este simulador de fútbol, y con unos $250 de ganancia, Javier desaceleró la apostadera. “Para ganar dinero, yo puedo jugar contra gente que tal vez no es tan buena, pero así no voy a mejorar, y mi meta es ser el mejor”.
Para quien dejó de jugar videojuegos en los años 80, este mundo es sinónimo de Space Invaders y Super Mario Bros . Los juegos Doom y Final Fantasy le sonarán a quienes colgaron los controles en los 90. Sin embargo, las nuevas generaciones experimentaron la revolución de los juegos en la era de la Internet de banda ancha. La comunicación nunca venció tantas fronteras, y un jugador en Nicoya puede medirse en un mano a mano contra uno en Seúl .
Algunas de estas justas se han convertido en competencias del intelecto. Los más comprometidos piensan en ellos como un deporte, y los practican con una disciplina religiosa.
Los gamers , como se autodenominan, quieren sobreponerse a su mala fama de solitarios, de excéntricos, de vagos. Quienes se dedican a esto de forma competitiva saben pelear con fiereza (frente a una pantalla) y, ¿quién lo diría?, también quieren ganar medallas por un país al que, hasta la fecha, le importa un pepino lo que hacen.
Juegos de la mente
¿Cuál es el mérito de medir nuestras habilidades contra una máquina? Tal vez es poco, pero uno de los primeros mitos que los gamers competitivos quieren derribar es que ellos no juegan contra un aparato.
“Esto se trata de enfrentar su mente contra la mente de otro ser humano: los dos tienen las mismas herramientas, están en el mismo campo y quieren medir cuál es el más habilidoso”.
Quien habla es Joseph Zia, dueño de la empresa de venta de videojuegos Game On y principal promotor del clan de juegos Ticogamers . Conversa desde el nuevo local de la empresa en Heredia, cuya segunda planta se creó con la vocación de ser un centro de entrenamiento y de transmisión en directo para partidas especiales de videojuegos. Aquí todavía hay herramientas en el suelo y cajas con equipo sin abrir que revelan un sitio donde todavía no están completamente instalados.
Conversamos sobre la disciplina de los muchachos mientras José Ignacio Roig, de 17 años, está presente en la habitación; aunque también está ausente. Él está absorto en un partida de StarCraft II . Tiene puesto su uniforme de Ticogamers con su nombre de guerra estampado en la espalda: “Primus Deksia”. Sus pupilas brincan sobre la pantalla, su mano izquierda teclea, enloquecida, y su mano derecha ametralla clics con el mouse . En otro sitio del planeta, hay otro muchacho en las mismas: trata de crear una colonia militar que explota recursos que usará en el abastecimiento de ejércitos para destruir a su adversario. Esto no es pasar “mundos” en Mario Bros., es pura complejidad estratégica: ¿cuánto mineral explotar?, ¿cuántas unidades crear?, ¿cuándo defender?, ¿cuándo atacar? Esto es más parecido al ajedrez, si sobre el ajedrez explotara una bomba de cafeína.
Ignacio gana la partida. Él forma parte del 3% de los mejores jugadores de América, según las estadísticas del propio juego. La partida también arroja otro dato: durante 20 minutos, hizo un promedio de 314 acciones por minuto, ¡más de cinco acciones por segundo!
Alto rendimiento
El 3 de noviembre se definieron los campeones nacionales de videojuegos, en una sesión maratónica en la cual se midieron los mejores jugadores del país en StarCraft II , League of Legends , FIFA 14 y Super Street Fighter IV . Esta fue la culminación de un proceso de torneos presenciales y a través de Internet en el cual participaron alrededor de 400 jugadores ticos.
La competencia fue organizada por la empresa Game On, que tiene los derechos locales para el mundial de los World Cyber Games ( WCG ). Su máxima competencia se celebrará en la ciudad de Kunshan, China, del 28 de noviembre al 1.° de diciembre. Javier Álvarez, el jugador de FIFA, será la única representación tica en el encuentro pues, según la organización, es quien tiene mejores antecedentes para hacer un buen papel.
Javier es excepcional, ciertamente. Él es pentacampeón nacional, y ganó medalla al tercer lugar en los Juegos Panamericanos de WCG en el 2011, la única que cualquier gamer nacional haya obtenido nunca. También ha participado en los mundiales de Los Ángeles y Corea del Sur, aunque en ninguno de los dos logró pasar de la fase de grupos.
Dice Javier que FIFA 14 es un juego que mezcla la estrategia futbolística (se debe saber cómo plantear un partido) con la habilidad individual (se debe saber mover a los jugadores). “Hay que tener un conocimiento táctico del fútbol; por ejemplo, si un rival juega mucho a presión se debe plantear un esquema táctico que le permita a uno romper esa fuerza”, explica.
El jugador trata de dedicarle cinco horas diarias al juego, aunque en días de universidad solo puede jugar dos. Dice que su vida social sufre cuando se acerca un torneo, pero también cuenta que sus amigos entienden cuando debe declinar una salida por un entrenamiento. Su mamá era más reticente a su pasión cuando Javier no ganaba torneos, aunque el jugador dice que –aún ahora– no siempre es su porrista.
Javier nunca ha sido interpelado por alguien que le cuestione su amor a los videojuegos, pero sí ha escuchado comentarios al aire.
“Aquí, la gente es cien por ciento ignorante en cuanto al juego. Es un tabú, creen que somos un poco de vagos”, dice el muchacho, quien se apura a informar que se graduó con honores del colegio, y que ahora estudia Ingeniería en Computación en la Universidad de Costa Rica.
Cuando viajó al mundial WCG en Corea, lo impactó el grado de reconocimiento y afición de los coreanos hacia los videojuegos.
“Por ejemplo, vi a más de una pareja de abuelitos con camisas, banderas, gorras y pitos, apoyando a los jugadores profesionales de allá”, cuenta Javier.
Joseph Zia, de Game On, reafirma que los campeones coreanos son tratados como estrellas. El juego competitivo ha logrado niveles en los cuales abundan los patrocinios para los mejores “ciberatletas”, y en Estados Unidos y Corea ya hay personas dedicadas completamente a perfeccionar su juego.
Zia reconoce que los videojuegos todavía son marginales en Costa Rica, pero con su centro de entrenamiento apunta a imitar el modelo coreano que, según dice, es el que todos los países están copiando.
Megaindustria
La industria de los juegos de video produjo más de $52 mil millones en ganancias durante el 2012. En el libro Game Boys (2008), el periodista Michael Kane afirma que en su primer acercamiento con los jugadores competitivos de esta disciplina, esperaba hallar una subcultura oscura y excéntrica, pero se equivocó: “Me encontré con un mundo que extrañamente se parecía a los deportes profesionales tradicionales en casi todos los sentidos”. A esta percepción se suma el hecho de que, en julio pasado, Estados Unidos emitió visas de “atletas individuales” para los jugadores de League of Legends que participarían en el campeonato mundial del juego.
En comparación con quienes practican disciplinas deportivas reconocidas, los gamers tienen la ventaja de la Internet: pueden medirse constantemente con jugadores estupendos de cualquier parte del mundo. También pueden hacer asociaciones que rompan las fronteras. Por ejemplo, Roberto Matarrita, alias Dashiz , es el campeón nacional de StarCraft II en el país, y pertenece a un equipo mexicano. “Ese país tiene los mejores jugadores de Latinoamérica en este juego, y el jugar con ellos lo ayuda a uno a foguearse”, cuenta.
Javier también pertenece a un equipo (de FIFA) llamado Isurus Gaming, que tiene su base en Argentina.
Aunque se podría creer que en Internet cada jugador compite en las mismas circunstancias, lo cierto es que su desempeño está influido por el apoyo que reciba esta disciplina en cada país. Javier, por ejemplo, se queja de que el sacrificio que le requiere querer ser el mejor, invertir tanto tiempo, muchas veces no se retribuye. “Me ha pasado por la cabeza dejar de jugar, mandar todo al carajo y llevar una vida normal; pero son rachas, porque uno también se acuerda de los momentos bonitos, de tanta gente de afuera que cree en uno, y de los amigos que se llegan a conocer, porque yo conocí personas increíbles gracias a esto”.
Javier sabe lo que es no dormir antes de un gran juego. Sabe también lo que significa poner la vida social en espera mientras entrena para un torneo. Él es un seleccionado nacional, pero no verá a ninguna multitud bloqueando la rotonda la Hispanidad si llegara a ganar el mundial en China.
Poco le importa, él quiere darle gloria al país, pero sobre todo también quiere convertirse en el mejor.