30/4/13.Fotos en el centro de monitoreo de buses de la empresa Auto Transportes Desamparados,para reportaje de la Revista Dominical sobre la inseguridad en los buses,por asaltos. Manduley Chinchilla y Sara Castro. (JORGE CASTILLO)
El delincuente pronunció la sentencia desde las gradas del autobús: “Diay Melo , le tocó, eche porque sino aquí se queda”.
Melo entendió que esa noche la suerte no viajaba con él y se intimidó ante la amenaza, puñal en mano, del conocido hampón de la parada de La Bretaña, y del compinche que lo acompañaba, ambos con cara de malos y envalentonados por los efectos de las drogas.
Se llevaron ¢73.000 –dinero que correspondía a las últimas carreras de la jornada–, y hasta el celular de Melo .
Antes de irse, el ladrón lanzó una amenaza al chofer: “No nos joda, vea que sabemos dónde van a la escuela sus hijos”, y para hacerle ver que sus palabras no eran solo discurso, el matón quiso clavarle el cuchillo, mas el conductor logró esquivarlo con una súbita reacción.
“Intenté quitarme el cinturón e irme detrás de él, pero, seguro por la misma adrenalina, no me lo pude zafar... hubieran pasado dos cosas: me desbarato con el tipo o me mata. Más bien, por dicha y el cinturón no aflojó, solo Dios sabe...”, cuenta Mauricio Pérez Hidalgo – o Melo , como lo conocen todos en Los Guido de Desamparados – , de 37 años, quien se dedica a manejar autobús desde hace seis años, tras mucho tiempo de ser taxista.
La ruta de Los Guido - San José está catalogada por la Fuerza Pública y la Cámara Nacional de Transportistas como una de las más peligrosas. Datos del Organismo de Investigación Judicial (OIJ) ubican a Desamparados en el puesto cuatro de la lista de cantones que más asaltos en autobuses registran entre el 2008 y el 2012. En dicho período, se reportaron un total de 107 incidentes.
El primer lugar lo ostenta San José, con 307 asaltos; seguido por Limón, con 164, y Heredia con 115 (ver gráfico).
Una estrategia utilizada por las compañías para prevenir ataques de ladrones en zonas conflictivas es colocar a choferes que sean de la misma comunidad, que conozcan la gente y el contexto, según explicó Ricardo Sáenz Sáenz, director ejecutivo de la Cámara Nacional de Transportistas.
Mas a Mauricio, el ser oriundo y residente del sector 3 de Los Guido, no le sirvió de nada. Efectivamente el delincuente lo conocía y hasta lo llamó por su apodo, pero nada de eso le generó una objeción interna para robarle o para intentar apuñalarlo.
En ruta
Viajamos en bus junto a Mauricio, en la unidad 138, el bus que él siempre maneja y que está adornado con las fotos de sus hijos en un marco hecho con paletas de helado. La de Steven, de 12 años, tiene un marco verde; la de Tatiana, de 10, en uno rosado.
El chofer nos enseña el lugar donde fue víctima del hampón (en la entrada de la urbanización La Bretaña) y añade que “en la pura noche la cosa se pone muy oscura” y las barras de rufianes hacen de las suyas. Aclara, además, que no son malos “chavalos”. “Lo que pasa es que, cuando están ‘pegados’, se ponen como locos y buscan plata en cualquier lado; haciendo alusión a la drogodependencia de este tipo de asaltantes.
De hecho, ese es el perfil general de quienes roban en autobuses. Así lo confirma el capitán Swamy Flores Rodríguez, subdirector de programas preventivos de la Fuerza Pública, quien explica que en Costa Rica, en lo que respecta a asaltos en transporte público, no hay “crimen organizado” y más bien se trata de delincuentes de baja monta que buscan dinero para comprar droga.
Mauricio cuenta que en “la parada de los colochos” (se llama así porque está al lado de la soda de ese nombre) se reúnen muchas “pintas” y que es riesgoso pasar por ahí, sobre todo tarde en la noche o en la madrugada, cuando se hacen los primeros recorridos del día.
“Hay compañeros a los que les han robado a las cuatro de la mañana, cuando va saliendo el sol”, agrega.
Pasamos por la antigua terminal, lugar donde a menudo le lanzan piedras a los buses como un simple acto de vandalismo, sin propósito conocido.
“Una vez, me me bajaron (rompieron) casi todas la ventanas”, recuerda. “Por fortuna, en esta ocasión, no hubo lluvia de rocas”.
Aunque el panorama indica otra cosa, el chofer recalca que Los Guido no es realmente peligroso. Los problemas, considera, los provoca la droga y “gente que llega de otros lugares”, pero en la comunidad, “la gente es muy trabajadora y solidaria”. Todo esto me lo dice mientras pasamos por “la calle del búnker”, donde me señala exactamente la casa donde se despacha droga.
Balazo en la cara
La Policía desarrolla un programa llamado Bus seguro, en el que se imparten capacitaciones y talleres a los choferes para prevenir que sean víctimas del hampa y evitar que personas que viajan en el vehículo resulten heridas ( ver recuadro Acción policial ).
Una de las técnicas que se enseñan, por ejemplo, es el reconocimiento de personas sospechosas a partir de su comportamiento o actitudes.
Mas conocer el perfil del delincuente no es ninguna garantía; de eso puede dar fe Juan Carlos Madrigal, apodado Gato Manso por sus compañeros.
Este chofer de la ruta Por venir de Desamparados - San José vivió en enero pasado uno de los momentos más angustiantes de su vida. El responsable fue un sujeto bien vestido y que no mostró ninguna actitud fuera de lo normal.
“Sonó un balazo y viera como se escuchó eso. Por ser dentro del bus, el estruendo fue más grande. Lo primero que atiné a hacer fue a tantearme, para ver si era a mí al que había pegado... Todo el mundo se puso a gritar, a pedir que abriera las puertas; fue un desorden... Entonces, llegó el muchacho que habían baleado, con la cara quemada y sangrando por la boca y la nariz. Me decía que llamara a la mamá...”
Así relata Gato Manso el suceso, ocurrido luego de que un pasajero intentó detener a un ladrón que quería asaltar a los pasajeros del bus. El improvisado héroe terminó con una bala en la cara.
Esa ha sido la tercera vez en su carrera de 16 años como chofer, en que Gato Manso temió por su vida.
De las otras dos, la que mejor recuerda fue la vez en que, mientras estaba estacionado, a punto de iniciar un nuevo recorrido, le pusieron un revólver en la cabeza para robarle.
“Todavía recuerdo el frío del cañón en la frente, pasé como cuatro días con mal de estómago del susto”, relató.
Pese a la inseguridad imperante, el riesgo de ser asaltado ha disminuido en diveras rutas –por ejemplo, en la de Desamparados– gracias a un sistema de monitoreo de los buses en tiempo real. Cada unidad tiene cuatro cámaras y un botón de pánico que puede activarse para alertar a la policía ( ver recuadro Ojos vigilantes ).
Antes –manifiestan varios choferes entrevistados para este reportaje– la amenaza del hampa era mayor; en ocasiones, los delincuentes hasta cobraban un “peaje” al chofer para no hacerles daño a ellos, a los pasajeros o al autobús.
Justamente por esto es que el llamado Gato Manso lleva meses pensando en conseguir otro trabajo, uno menos riesgoso.
“Ya toca dejar de exponerse; tengo cuatro hijos y tres nietos”, reflexiona el sujeto, de 51 años.
Mauricio, por su parte, ve su oficio con actitud positiva y comenta que otras rutas son más peligrosas que la de Los Guido. Además, considera que el salario de chofer de bus compensa los riesgos que pueden aparecer en el camino. Semanalmente, contando las horas extra, el sueldo llega a ¢130.000.
El bus regresa a San José y nuestro recorrido ha terminado. A Mauricio le falta solamente una carrera para “guardar”.
“Aquí seguimos; el día que me asalten otra vez... ni modo. Si en algo estamos claros es que al que le toca, le toca”, dice al despedirse.
Ojos vigilantes
La inseguridad en los buses es vista como un problema serio por la Cámara Nacional de Transportistas, entidad que reúne a las distintas compañías de transporte público. Su presidenta, Maritza Hernández, opina que se requiere una mayor voluntad y compromiso por parte del Ministerio de Seguridad para frenar al hampa. Las empresas han puesto en marcha acciones concretas para garantizar la seguridad. Por ejemplo, la empresa Auto Transportes Desamparados instaló en su flotilla de 152 buses, equipos de vigilancia: cuatro cámaras que transmiten en directo lo que acontece a un centro de vigilancia. Tal iniciativa ha sido emulada por otras cuatro compañías. De igual forma, los choferes están obligados a depositar el dinero en una caja de seguridad, solo pueden tener “a mano” ¢15.000. Si les roban, toda suma que exceda ese monto se les descuenta del salario.
Acción policial
Para la Policía, los robos en autobuses son de “alto riesgo y un asunto prioritario” debido a la cantidad de personas que podrían verse afectadas y a la amenaza de que un asalto derive en una toma de rehenes. Swamy Flores Rodríguez, subdirector de programas preventivos de la Fuerza Pública, manifestó que en el caso de ser alertados de un incidente en un autobús, la instrucción es evitar a toda costa un enfrentamiento con el o los delincuentes. El protocolo establece que se debe cercar el autobús, es decir, evitar su tránsito. Otra estrategia que se emplea es que policías viajen en los buses de las rutas más peligrosas, en ocasiones, uniformados, y en otras, vestidos como civiles. También se apuesta a la prevención: el programa Bus Seguro, que capacita a choferes sobre cómo hacer frente a un asalto, se ha impartido en 21 empresas desde el 2005; más de 900 conductores han recibido el curso, cuypo mensaje medular es: “No enfrente al hampón”.
Consejos para pasajeros
A quienes viajan en autobús, la Fuerza Pública les recomienda no llevar a la vista joyas, aparatos electrónicos u otros artículos de valor. En caso de que el vehículo sea escenario de un robo o asalto, se pide a los pasajeros mantener la calma, pues las reacciones histéricas pueden generar una conducta agresiva del hampón. Sobre todas las cosas, se debe buscar preservar la integridad física; es preferible –dicen las autoridades– perder los bienes materiales que terminar mal heridos o en el hospital. Si las condiciones se dan y no hay un riesgo latente, el pasajero puede alertar a las autoridades por medio de una llamada o mensaje de texto. Se pide además ser precavido, fijarse bien quién sube al bus o viaja en él, detectar conductas sospechosas y, en caso de sentirse amenazado, decírselo al chofer o bajarse del vehículo.