Santos, Brasil. El último recuerdo de Paulo César Wanchope y Luis Antonio Marín en un Campeonato Mundial era amargo.
Incluyó salir cabizbajos por el túnel hacia el camerino tras la derrota ante Polonia en Alemania 2006, ya con el equipo eliminado. Aún tenían los botines puestos.
Ahora usan buzo de entrenamiento y cargan una pizarra en la mano. Siguen al técnico Jorge Luis Pinto como su sombra. No obstante, el hambre de triunfo se mantiene. Por eso, vinieron con una meta clara a Brasil 2014: borrar aquella vieja memoria.
Lo hicieron, luego de la victoria ante Uruguay del sábado.
“Queríamos ganar. Por nuestro fútbol, por nosotros, por nuestros muchachos”, expresó Wanchope el martes anterior.
“Increíble, lo que vivimos fue increíble. Se siente una emoción muy grande, es algo indescriptible”, dijo Marín el día del duelo.
En las declaraciones de ambos se denota alegría, satisfacción. Pero por un momento hasta parece que hay nostalgia.
Wanchope lo niega y asegura entender su rol actual.
“De este lado me siento bien. La etapa de jugador ya la pasé. Lo que me enfoco es ver de qué manera pueda ayudar al profesor. Eso no quiere decir que no lo viva intensamente”, expuso el segundo mayor anotador de la Sele en su historia.
Lo mismo hace Marín.
“Estoy contento por lo que estamos viviendo ahora. Lo otro fue hace mucho. Son cosas del fútbol, son altibajos”, manifestó.
Responsabilidad. Más bien, Wanchope dice que una de sus responsabilidades como exmundialista es crear conciencia entre el plantel de que pocos tienen la oportunidad de jugar en este importante torneo y que deben aprovecharlo al máximo y no pensar en nada más.
De alguna manera es similar al sentimiento de Luis Gabelo Conejo, héroe de la gesta de Italia 1990, retirado mucho antes que los dos mencionados anteriormente.
“Ya la etapa de jugador la tuve. Como decimos, la quemé, y tengo claro cuál es mi papel. Me gusta hacerle ver a los porteros lo lindo que es estar en su lugar”.