Ser elegido como el futuro de su país y del Manchester United no le ha restado trabajo a Tim Howard.
En su juventud bien pudo ser basquetbolista o mediocampista pero la portería fue el lugar donde mejor se desplegó su talento.
Fue así como, a finales del siglo pasado, fue elegido para formar parte del Proyecto 40, una iniciativa norteamericana para elevar el nivel del fútbol en Estados Unidos.
Sus cualidades físicas fueron elevadas potencialmente por el desarrollo técnico que vio en el programa y no le tomó mucho ser una estrella de la entonces incipiente MLS, con el MetroStars.
Poco después el destino volvió a tocar a su puerta, con rostro de diablo rojo: el Manchester United pagó $4 millones para que él fuera el futuro de su portería.
El principio fue de mieles pero sus errores lo fueron relegando hasta que, en el 2005, el equipo contrató al experimentado meta holandés Edwin van der Sar. Para Howard la señal fue clara de que su camino estaba fuera de Manchester.
Así que se marchó al Everton. En el Goodison Parko su titularidad ha sido indiscutible en los últimos siete años y se ha ganado fama como una de las estrellas de la Premier.
Allí es compañero, desde hace una temporada, de Bryan Oviedo, con quien ha hecho amistad: “En el camerino vacilamos del partido y, en general, de las eliminatorias”, narró ayer el tico.
En la selección tampoco le ha sido fácil, a Tim siempre le ha costado encontrar regularidad.
Pasó años como suplente del histótico Kasey Keller y en el proceso anterior le costó encantar a Bob Bradley para ser el estelar.
Hasta con Jürgen Klinsmann le ha sido difícil y tuvo que pelear de taco a taco con el talentoso Bradley Guzan, quien también brilla en Inglaterra con el Aston Villa.
En su vida personal la lucha ha sido con su propio cuerpo, pues desde niño fue diagnosticado con el síndrome de Tourette, un desorden neurosiquiatrico que produce tics involuntarios.