Más que el veterano de la Copa del Mundo, Roger Milla es el mejor ejemplo de superación que un futbolista pueda tener.
Su historia es digna de una película. Debutó en la Copa del Mundo de 1982, en España, pero pasó sin dejar huella con una selección que se fue eliminada en la fase de grupos.
Con 38 años y tras una carrera discreta en el fútbol francés, fue llamado por el presidente de su país para dejar el retiro y asistir como suplente a Italia 90.
Fuera de forma y con la condición de jugar solo media hora por partido, terminó llevando a Camerún hasta cuartos de final y convirtiéndose en la sensación del torneo.
Con cuatro goles en el torneo y su singular celebración en la banderilla de córner, Milla grabó su nombre en la memoria de muchos aficionados al fútbol.
Pero su fama no acabaría ahí. Cuatro años después, Milla volvió a ser convocado para participar con Camerún en la Copa del Mundo EE. UU. 94.
Si con 42 años recién cumplidos pasó a la historia al 26 minutos ante Brasil, su leyenda creció al anotar el gol de la honrilla (6-1) ante Rusia en su despedida de aquella cita mundialista.