En Brasil, las alarmas por el rendimiento de la canarinha sonaban, sonaban y sonaban como pocas veces..., y el Mundial encima.
De hecho, hasta el nombre de Pep Guardiola saltó a la palestra como un posible responsable de la selección brasileña.
Cuando los ánimos se sosegaron y la cabeza se enfrió, los encargados de la verdeamarela volvieron lo ojos hacia un viejo conocido: Luiz Felipe Scolari, Felipao .
Con ese aire bonachón, el estratega de la Seleçao inspira confianza y se la devolvió a la torcida brasileña, que temía un descalabro en el Mundial, que sienten debe ser suyo, bajo la dirección de Mano Meneses.
El 29 noviembre del 2012, Felipao fue anunciado como el hombre que debía llevar la nave brasileña a buen puerto en la Copa del Mundo y así se convirtió en el sustituto de Meneses.
A Scolari, lo nombraron con la mente puesta en un pasado feliz: fue el último técnico capaz de llevar a Brasil a un título mundial, el de Corea del Sur y Japón 2002.
Las autoridades de la Confederación Brasileña de Fútbol le entregaron el mando a un hombre conocido por su pragamatismo, al que no se le caen los anillos si tiene que torcer el jogo bonito para sacar el resultado para su equipo.
Es sagaz –una cualidad indispensable en un entrenador– y su lectura de partidos le da la posibilidad de “desfacer entuertos” durante los encuentros.
Con Felipao , los brasileños respiran aliviados.
Lo hacen mejor sobre todo después de la Copa Confederaciones del 2013, gracias al tremendo repaso (3-0) que le pegó a España en la final de ese certamen, que sirvió de banco de pruebas previo a la gran cita de este junio y julio.
Brasil es favorito por muchas razones. Con Scolari en el banco, tienen una más..., y muy buena.