Una ola de gente se amontonó al frente de los bares de la calle 3 de San Pedro, mejor conocida como la Amargura.
Eran las dos de la tarde, faltaba una hora para que la pelota empezara a rodar en el estadio Olímpico Metropolitano; sin embargo, ya las cervezas estaban en las mesas y la tertulia futbolística era la conversación obligatoria.
“¿Qué le pasa a Pinto, cómo va a sentar a Yeltsin, si Cubero no compone nada?” , “igual no importa si perdemos, ya estamos en el mundial”, eran los comentarios más recurrentes entre quienes ya estaban en los bares.
Entre el tumulto, un estudiante de Derecho de primer ingreso, con una robusta antología en la mano y un bulto negro en su espalda señalaban que venía de la Universidad de Costa Rica.
“Si falto a una clase de Generales II no voy a perder el curso ¿verdad?”, nos dijo, a modo de excusa ntes de dirigirse al bar Pueblo Viejo. Tenía, además, una explicación del porqué ir ahí
“¡Es que ese es el bar! En Xcape cobran dos rojos (¢ 2000) de entrada y Caccios lo cierran cuando comienza el partido. En cambio, aquí se arma bonito”, afirmó Marco con una botella de cerveza de 750 mililitros, una gordita. No podía ser de otra manera.
Se inició el encuentro. En ese momento el dueño de Caccios, Elliot Campos, le indicó al portero que cerrara la entrada para evitar que el bar se congestionara.
“Es mejor para el negocio, aunque usted no lo crea la gente compra más cuando el lugar está menos lleno”, afirmó Campos.
No hubo muchas emociones, lo que más alzó a la afición fueron las alertas del partido entre Chile y Colombia, que culminó 3 - 3.
Terminó, perdió la Sele ante la H, no fue motivo para llanto, pero si para abandonar la barra y dejar que las jarras se calentaran.