Salvador, Bahia. La noción que se tiene de Brasil incluye fútbol, fútbol y fútbol. Luego empiezan a aparecer otros factores como la caipirinha, las garotas, las playas, las churrascarias y otra vez fútbol.
Sin embargo, y lástima que así sucede, también se piensa en inseguridad. Eso le manda la cabeza a uno directamente a las favelas.
Pero estando aquí en este país, se aprende que el término se generaliza más de la cuenta.
Ayer, un taxista deseoso de ampliar sus ingresos con un recorrido más largo y la curiosidad de este periodista en conocer lo más posible se juntaron para internarse en las venas de Salvador de Bahia, ciudad ubicada al nordeste de Brasil.
Lógicamente, y con gran margen de error, la mente lo lleva a uno a los preconceptos, a las películas. Por un instante pensé que iba para aquella Ciudad de Dios.
No obstante, no era “taaaaan” terrible. La lección fue que las personas le llaman favela a los barrios bajos de Brasil, pero que hay una enorme diferencia entre, por ejemplo, las más bravas de Río de Janeiro y las de otras zonas del país. Es decir, hay favelas de favelas.
El conductor del taxi, Jean, mencionado en otra nota de estas páginas, explicó que, claro, si allí en Salvador uno no tiene cuidado y anda todo a la vista o en la mano, alguien podría intentar robarle.
Pero si no hay cadena, reloj o celular, nada pasa. Que incluso se puede caminar por entre las casas hasta lo más alto de los cerros adonde generalmente se construyen. Le creí sin intentarlo.
Algo similar le dijeron a la prensa tica durante una visita a una favela en Santos, ciudad que tampoco escapa a la fractura económica. Dentro de poco en este viaje tocará verificar lo de Río...