Río de Janeiro. AFP. Los pájaros de mal agüero abundaban: la Copa del Mundo sería un fracaso, con estadios inacabados, caos en aeropuertos, protestas por doquier.
Si todo sale como está planeado, Brasil podrá vanagloriarse del éxito de una Copa donde llovieron goles sin protestas violentas.
Cuando este inmenso país ganó el derecho a organizar el Mundial, hace siete años, su objetivo era mostrar al mundo no solo que sabía jugar al fútbol, sino también que era capaz de organizar uno de los mayores eventos planetarios.
“Conseguimos hacer la Copa a pesar de que decían que sería un caos”, comentó el viernes la presidenta Dilma Rousseff, quien se se juega la reelección dentro de tres meses; sin embargo, muchas de las obras de infraestructura prometidas se quedaron por el camino.
La paradoja es que donde todo podía salir bien, salió mal; pero en el plano futbolístico, la humillante paliza que recibió de Alemania en la semifinal (7-1), su peor derrota histórica, puso en evidencia la crisis del deporte rey en este país que respira futebol.
Gran parte del éxito de la Copa radica en la magia de Brasil, su pasión por el fútbol y la samba, su clima, sus playas de primer nivel y su gente hospitalaria.
Los Fan Fest en las 12 ciudades mundialistas presentaron llenos a reventar, con hasta 25.000 hinchas en días de partido.
Récord. El ministerio de Turismo estima que se superará la meta estimada inicialmente de 600.000 hinchas extranjeros durante la Copa, el doble quienes asistieron a Sudáfrica 2010.
Para que todo saliera sobre ruedas, el gobierno decretó un número inédito de feriados para liberar el transporte público y disminuir los embotellamientos y reforzó la seguridad para evitar peleas entre hinchas y asaltos.
Sí hubo un accidente fatal, pero pudo ser peor: la caída de un viaducto en construcción, parte del plan de obras del Mundial, en Belo Horizonte, dejó dos muertos.
Contra muchos pronósticos, durante el Mundial no hubo grandes protestas como las de la Copa Confederaciones, en junio de 2013, que convocaron a más de un millón de brasileños indignados por los $11.000 millones gastados en el Mundial y que reclamaban más inversiones en educación, salud o transporte.
Para la final de hoy entre Alemania y Argentina está prevista una nueva protesta cerca del Maracaná; pero las autoridades desplegarán el mayor dispositivo en la historia de Rio, con 26.000 policías y militares en las calles.
Los 12 estadios ultramodernos –seis de ellos finalizados con atraso– cumplieron su misión de acoger verdaderas fiestas
En los aeropuertos, donde se temía caos y atrasos, el tráfico fue intenso y sin mayores problemas. Del primer día del Mundial al 10 de julio, más de 15 millones de pasajeros pasaron por los aeropuertos, con un récord de personas transportadas el 3 de julio: 548.000 pasajeros.
El porcentaje de atrasos fue de 6,6% y de cancelamientos de 5,4%. Para comparar, un 7,6% de vuelos se atrasaron en 2013 en la Unión Europea, apuntó la Agencia de Aviación Civil de Brasil.