Es hora de pensar en grande, de no despertar y disfrutar el sueño mientras nos dure: culpa de ustedes caballeros de la esperanza.
Por el pasillo de los sustos ya pasaron Uruguay, Italia e Inglaterra. Hablaban de un grupo de la muerte y lo tuvieron; pero, para ustedes y para todo un país que los acompaña en esta historia, fue el grupo de la vida. Qué se venga Costa de Marfil, Japón, Grecia o Colombia; el que sea.
No lo decimos con prepotencia, lo decimos con fe y esperanza de seguir haciendo historia gracias a esa seguridad que nos trasmiten en cada gota de sudor que dejan en la camiseta.
Esta historia que genera los abrazos más sinceros en cada gol, en cada pitazo final, unió a un país como hace mucho no sucedía y aún falta más. Ustedes quieren ser inmortales en nuestras memorias y lo están consiguiendo con cada muestra de personalidad, de humildad, cada regate, cada tapada, cada alegría...
El fútbol es cruel, sí: lo supimos aquella noche del 14 de octubre del 2009, cuando Jonathan Bornstein nos hizo llorar como niños; pero el fútbol es bueno con quienes pelean como guerreros por sus sueños y ustedes muchachos lo hacen de sobra. Levantarnos de la adversidad es nuestra especialidad: aquel revés creó esa alma tricolor de cada caballero de la esperanza.
Gracias a ustedes guías de nuestros sueños hoy sacamos pecho, presumimos ser costarricense y estas lágrimas de alegría que brotan mientras caminamos por las nubes salen del alma, una sola alma que ustedes y nosotros juntos formamos. No es setiembre, pero en país está inundado de banderas de Costa Rica. No importa si es la camiseta oficial de la Selección, si es una copia o un simple pedazo de tela roja hecha camisa: todos nos vestimos con ustedes.
La historia apenas comienza, aún faltan páginas por escribir y ustedes ya demostraron que tienen la tinta suficiente para hacer más grande este hermoso cuento que quedará escrito para muchísimas generaciones venideras.
Caballeros de la esperanza, así los recordaremos por siempre, comandados por un berraco de nacimiento como es el profe Pinto, amalgama perfecta de capacidad, humildad, sacrificio y hormonas. No ostentamos riqueza, solo queremos respeto, reconocimiento. Orgullosos estamos de ustedes muchachos.
Ahí tienen las páginas en blanco, ahí tienen la tinta y a cuatro millones y medio de manos empujando para escribir juntos esta historia que es de ustedes, de nosotros, de todos.
Hoy ya no importan los que criticaron y no creyeron durante el proceso ni los que siempre estuvieron ahí. Hoy no existen morados, manudos, heredianos, brumosos. Hoy todos juntos somos más fuertes. Saquemos pecho. Punto.
Todos tiramos junto a Junior de la cintura de Diego Lugano en la desesperación de no recibir un gol. Todos nos lanzamos con Navas en ese penal de Cavani. Todos, y cuando digo todos es TODOS bajamos de pecho aquel centro de Gamboa, y nos perfilamos con Campbell para empujar ese zurdazo mágico. La cabeza de Duarte fue la de todo un país que remató cruzado y desató el delirio con la remontada. Todos quedamos sin aire para correr junto a Ureña en ese pase quirúrgico de Campbell y así levantar la mano contra Uruguay y decir: "Aquí está Costa Rica señores".
Todos gritamos y reclamamos ese penal que nos robaron contra Italia. También todos saltamos con vos Ruiz, todos cabeceamos ese balón que se metió como en cámara lenta al marco de Buffon, sí de Buffon el gigante.
Gracias FIFA, gracias Estados Unidos por aquel 22 de marzo del 2013, por humillarnos bajo la nieve, por llevarnos hasta ese lado inhumano del fútbol, ese lado oscuro y sucio de este hermoso deporte. Aquella nieve se convirtió en orgullo mancillado. No se imaginaron nunca que con eso estaban criando un monstruo que ya se hizo grande. Un país que se unió como hace mucho tiempo no lo hacía, y todo en conjunto remó hacia el mismo lado.
Gracias muchachos por hacernos vivir este sueño. Gracias muchachos porque ya estoy viviendo -en versión recargada- lo que me contaron una y otra vez de aquel verano italiano en 1990. Ustedes son héroes, pase lo que pase ya lo son.