Buenos Aires
Primero Alemania, luego Brasil, ahora Argentina y por último Holanda… Ya están en semifinales. Mucho se habla de que el fútbol se igualó para abajo, pero este Mundial en particular, lo desmiente: los de abajo evolucionan y están cada vez mejor, pero los grandes tienen el oficio y saben cómo llegar arriba. Y siempre llegan.
Argentina logró el primer objetivo: jugar los siete partidos, arribar a semifinales, no quedarse otra vez atascado en cuartos. Ahora renueva el desafío: llegar a la final. Para el jugador rioplatense, es mucho más complicado toda la ruta previa que la propia definición. Si arriba a la instancia decisiva, crece y se torna peligroso para cualquier adversario.
Ruud Gullit regaló dos definiciones muy inspiradas: 1) “Argentina solo puede mejorar, pero si mejora…” y 2) “Tiene los mejores jugadores y el peor equipo”. Es verdad que tiene mucho margen para optimizar su juego, y que posee mejores individualidades que conjunto. Pero ha ganado sus cinco partidos. Es el único equipo de los 32 que lo ha conseguido.
“No fuimos impresionados por los argentinos. Fue un equipo ordinario”, comentó con cierto despecho, Marc Wilmots, técnico belga. Tampoco a nosotros nos seduce el equipo de Sabella, pero cabría preguntarle a Wilmots: ¿Y si era tan ordinario por qué no le ganaron?
Aconteció que salió un partido chato porque nadie quiere cometer errores a esta altura dado que lo espera el charter a la salida. Y porque Argentina evitó cuidadosamente no repetir el juego de Estados Unidos frente a Bélgica. Es decir, salirle a cambiar ataque por ataque. Eso le cerró espacios a los descendientes del rey Leopoldo.
Esta no es una buena camada de futbolistas argentinos. Tiene a Messi, es verdad, y un par de subalternos. Pero Bélgica, con su generación de oro (tal vez tenga otra dentro de 20 años), no inquietó nunca a Argentina.
Argentina perdió a Di María, Brasil a Neymar y Thiago Silva, la mesa parece servida para Alemania, que muestra la confiabilidad de un Mercedes.
Inolvidable Costa Rica. Le igualó al cuco de este campeonato (Holanda), cayó apenas en los penales, pero se ganó el corazón, la admiración, la simpatía del mundo. Los ganó con ese factor tan seductor que es la garra, la entrega, la hombría, la personalidad, el aguante… Y también el fútbol. Cuando pasen los años, una y otra vez sonará la frase “¿Te acuerdas de Costa Rica… aquel equipazo de Campbell, Ruiz, Bolaños, Umaña, Navas, Borges, Junior Díaz?” América se encolumnó detrás del sueño de Costa Rica semifinalista. No se dio, pero entran en la galería de los héroes de su país y en el afecto futbolero de Latinoamérica. La belleza en el fútbol tiene muchos rostros. Costa Rica nos enamoró con el suyo. ¡Se marcha invicto! Laureles para Jorge Luis Pinto, excepcional lo suyo. Entra en la galería de los grandes entrenadores con esto.
El bronce no es solo para los que ganan, esta es una prueba irrefutable. Y un 0 a 0 puede ser un bellísimo partido. Holanda–Costa Rica es un paradigma.
Superkeylor. Al cierre de esta columna, la figura de Keylor Navas frente a Holanda adquiría ribetes heroicos, legendarios casi. El portero vino como para ser destaque del Mundial y lo ha logrado ampliamente. Lo curioso es que cuando se habla de figuras, no se mencionan arqueros, y estos han sido extraordinarios. Más curioso es todavía que el Levante no tiene problemas en negociarlo, pero nadie se interesa demasiado por él.
El insólito Índice Castrol, de la FIFA, que mide a los mejores del torneo, no registra ningún golero entre los primeros 19. Recién en el puesto 20 aparece el chileno Claudio Bravo, también sensacional.
Se presume inocente. Según anunció FIFA, está estudiando la jugada en la cual Camilo Zúñiga fracturó a Neymar. Sin embargo es un lance muy común del juego. Para determinar la intencionalidad hay que apreciar la cara de quien golpea. Zúñiga no estaba mirando a Neymar sino a la pelota. La furia de los reclamos proviene de otro lado: de la descomunal sanción a Suárez por el mordisco a Chiellini. Si por eso casi le dieron pena de muerte, ahora parece que no sanciona con el mismo rigor. Pero el Comité no puede cometer, en cada caso, la misma estupidez que con el uruguayo. Como dijimos, ahora es víctima de su propia rigurosidad. Además, si FIFA quiere analizar lo de Zúñiga, también Colombia puede pedir que evalúe el codazo de Neymar a Modric en el cotejo inaugural. Allí Neymar sí lo miró al croata, lo calculó y le metió el codo en la cara. Los problemas, como siempre, son dos: la idiotez y las conveniencias. El lío lo arman los árbitros incapaces, pusilánimes o que acomodan los tantos (como Nishimura) y el Comité de Disciplina, que pretendió jugar al severo y ahora no sabe cómo reaccionar. La carga de Zúñiga no fue ni el 10% de violenta de la Thiago Silva a Chicharito Hernández. Eso era para sacarlo del fútbol por una temporada. Pero Thiago, como Neymar, recibió apenas la amarillita cómplice, la que no castiga, premia.