Si el técnico campeón del mundo lo piropea, debe ser por alguna buena razón..., más allá de la diplomacia futbolera.
“Ha implantado un nuevo estilo en el fútbol alemán y es el técnico perfecto para Alemania”, afirmó Vicente del Bosque , entrenador de España al diario alemán Bild , hace un par de años.
El Bigotón también elogió la presentación personal de Joachim Löw , el director técnico de la tricampeona del mundo, la poderosa Alemania.
Löw es el continuador de un estilo de juego –que implantó Jürgen Klinsmann– que le agregó buen pie al tradicional juego de rodillo alemán: siempre vapulea, pero lo hace de forma elegante.
Sin embargo, el problema es que la Mannschaft no ha podido llevar un título a sus vitrinas con ese estilo.
Ese es el enorme peso que carga sobre sus hombros: dar el paso final y quebrar la sequía de títulos de Alemania, cuyo último cetro mundialista se remonta a 1990 y su más reciente campeonato de Europa es de 1996. Mucho tiempo para el orgullo teutón.
Con ocho años al frente, a Löw le critican que no sea capaz de acabar con la sequía a pesar de contar con una brillante generación de jugadores.
Una publicación sugirió que el estratega germano tiene más presión de ganar que el mismo Luiz Felipe Scolari, el director de técnico de Brasil, el anfitrión.
Parece exagerado que otro jefe de banquillo cargue más exigencia que el mismo Felipao, sabiendo que Brasil solo piensa en ganar.
Sí es más acertado apuntar que después de Scolari, es Löw : si falla, Alemania tendrá su falta de títulos mundiales más larga desde que el certamen arrancara en 1930.
Esa es la enorme presión que carga Löw. Como si ser técnico de Alemania no bastase.