Santos, Brasil. Entre todos los apuros que da una cobertura periodística, a veces uno no se da cuenta lo rápido que pasan los días. Todavía parece que fue ayer que estaba haciendo la maleta para venir a Brasil.
Seguir la actividad de la Selección Nacional consume mucho tiempo y atención. Más cuando suceden cosas impredecibles; por ejemplo, la lesión de Heiner Mora, que alteran todos los planes en maneras apocalípiticas.
En esos momentos uno se olvida de los calendarios. Solo tiene en mente los relojes, para saber qué tan cerca está del cierre de edición, del trabajo cumplido o una torta.
Sin embargo, hoy (ayer para usted, lector) Brasil está en tal caos que, antes de empezar a escribir estas líneas, pensé que algo mayúsculo estaba pasando, y recordé algo: ¡finalmente, empieza el Mundial!
El momento más esperado en los últimos cuatro años para los que nos gusta este deporte llegó.
En la calle hay mucho más camisetas de selecciones que los días previos; más cánticos de brasileños que los días previos; hasta más presas que los días previos.
Lo que ya no hay son las galillos de los aficionados mexicanos, pues junto al plantel ya se trasladaron a Natál para su partido de mañana ante Camerún. El Tri está hospedado en un hotel aledaño y a cada rato se reúnen hinchas a cantar El Rey o Cielito Lindo...
En fin, es difícil de explicar pero realmente hay más energía; y eso que aún estamos en el “tranquilo” municipio de Santos, donde no hay partidos.
No puedo, ni quiero, imaginarme como estarán las cosmopolitas São Paulo y Río de Janeiro. Debe saber una locura total, pero esto es el Mundial. Disfrútelo.