Cuando el asedio de la Sele incrustró a Panamá en su área, Keylor Navas fue un espectador más durante 15 minutos, pero solo bastó un pase hacia atrás de Kéndall Waston para que el meta recibiera la ovación más sonora del duelo, como si se tratase de un gol.
El guardapalos solo controló el balón, pues de inmediato asistió a Giancarlo González para que saliera jugando.
Cada vez que Navas tocó la pelota, la feligresía reaccionó como el coro más afinado, aún cuando sus intervenciones fueron mínimas; un despeje largo, un balón que rozó con el brazo derecho para enviar al córner y dos reclamos a su zaga, cuando consideró que esta otorgó mucha libertad.
Detrás de su marco, siempre hubo un guardaespaldas. Tranquilo, atento, esperando cual perro guardián que defiende a su amo. Al cierre de la primera etapa, dos gigantes resguardaron el camino del arquero hacia el camerino; muy serio Keylor, con la cabeza baja, inquieto por el amargo 0-0.
El segundo periodo fue de tensión para el portero, que desde lejos miraba las dificultades de sus compañeros para llegar a la puerta de Penedo, ante la expulsión tempranera de González, que complicó el panorama.
“Se tuvieron que doblar esfuerzos tras la expulsión de González. Ellos insistieron en cortar el partido, algo que no nos servía”, apuntó Navas.
Con el hombre de más, Panamá no inquietó al guardapalos, que aún en los momentos más críticos del duelo, recibió aplausos desde la gradería.
El trabajo del cancerbero tico se redujo a tres suaves disparos que detuvo sin chistar.
En el epílogo, cuando Óscar Ramírez adelantó las líneas con el ingreso de Marco Ureña, el portero se mostró tan inquieto como un aficionado más.
Reclamó con molestia la falta dentro del área que le cometieron a Marco Ureña y el árbitro Jair Marrufo se negó a pitar.
Al final, el rostro del portero reflejaba la insatisfacción por el resultado. Cuando se dirigía al vestuario, tres futbolistas panameños se le acercaron a saludarlo y a cambiar la camiseta.
Fue Luis Tejada quien, al final, salió del Estadio Nacional con la casaca verde fosforescente de Keylor sobre sus hombros.
La conclusión del cancerbero es que la victoria frente a Trinidad y Tobago se vuelve una obligación aún mayor.