Costa Rica dio su juego más completo en toda la era de Óscar Ramírez. Cuando se busca la perfección, es muy complicado encontrarla al 100%, pero en este juego la Sele tuvo excelencia para ejecutar el plan del partido.
El planteamiento de la Tricolor fue perfecto. La presión alta, en el centro del campo y a los centrales del rival, y el no dejar a Estados Unidos armarse fueron las claves, al punto que a consecuencia de estos factores, es que nacen los goles.
La Selección consiguió un triunfo sin objeciones, por lo mostrado en el volumen defensivo y ofensivo, ya que hubo una cooperación absoluta para atacar y defender. Nunca se dejó crecer a los norteamericanos en el estilo en que son fuertes, de mucha posesión, transiciones rápidas y buen armado.
El combinado patrio tuvo posesión, mostró muy buen criterio con la esférica para moverla y supo compartirla para desgastar y encontrar los espacios que permitieron ofender y gozar de profundidad en el último cuarto de cancha. Fue sólido en todas las fases y, aunque al inicio tuvo dos problemas en transición defensiva, se resolvió.
El complemento a lo táctico fue la aplicación física, la coordinación y la sincronización de líneas. Cuando la Tricolor apretaba, lo hacían los delanteros, los volantes y defensas. Fue un bloque muy compacto y esto permitió que el equipo como tal termina entero físicamente.
Sinceramente, no se esperaba este planteamiento de la Sele . Óscar se reinventó, sorprendió a todos y funcionó a la perfección, lo que es muy bueno, porque Costa Rica se había vuelto predecible. Había que buscar más y ahora Ramírez enriquece su baraja.