Río de Janeiro, Brasil
Tres ticos salieron de su casa en Barra da Tijuca con la gran ilusión de ver a Usain Bolt en una noche mágica, en la que el alto valor de la entrada no importaba, porque valía la pena.
Ellos pagaron 900 reales brasileños por boleto, que son aproximadamente ¢156.600.
"Fue muy bonito, nosotros decidimos venir a varios eventos y para este compramos la entrada a última hora, porque dijimos que quién sabe cuándo vamos a ver un evento como esos, con una persona tan carismática como Bolt", expresó el costarricense Gilberto Ugalde, quien ya tiene ocho años de vivir en Brasil y estaba acompañado por su esposa Ivannia y su hijo Julián.
El jamaiquino ganó sobrado su heat en semifinales y el apoyo de un Estadio Olímpico João Havelange con presencia de más de 45.000 personas fue pletórico.
Apenas era un aperitivo, una entrada para el plato fuerte porque aún faltaba lo mejor, lo que realmente se esperaba con ansiedad desde las gradas.
Había que ver esa última final de 100 metros planos para un Bolt que dice que no hay vuelta de hoja con su decisión de colgar los 'spikes' (zapatillas de atletismo).
Antes de que llegara el momento cumbre, hubo una muestra de perfección en el salto triple con la colombiana Caterine Ibargüen, al registrar 16.17.
Y ahí, con una bandera gigante de Costa Rica se encontraban Gilberto, Ivannia y Julián. Estaban entretenidos, viendo un espectáculo de primer mundo.
Los tres ticos quedaron impresionados con el desenlace de los 400 metros planos. Ahí, el campeón del mundo, el sudafricano Wayde van Niekerk no solo se apoderó del oro con 43.03; sino que batió tanto el récord olímpico (estaba en 43.49) como el mundial (era 43.18), que eran propiedad del estadounidense Michael Johnson.
La carrera fue espectacular y le deparó plata a Kirani James, de Granada, con 43.76 y bronce a LaShawn Merritt, de Estados Unidos, con 43.85.
Una vez que cayeron en cuenta de lo que había ocurrido en ese lapso de 43.03, pasaron unos cuantos minutos y el estadio a una sola voz coreaba: "Bolt, Bolt, Bolt...".
Era lo que la gente esperaba, la gran fiesta de esa figura mediática jamaiquina, solo que antes, el show se lo robó Van Niekerk.
Comenzó la final de los 100 metros lisos.
La silbatina para el estadounidense Justin Gatlin era generalizada, más que por nacionalidad, era un reproche por haber estado envuelto en las garras del dopaje, algo que a nivel olímpico no se perdona.
Gatlin llevaba la batuta, pero Bolt, el hombre más rápido del mundo volvió a convertirse en un rayo, puso orden, ajustó cuentas en esa pista y se proclamó tricampeón olímpico.
Fue un derroche de velocidad que Usain disfrutó, al igual que la afición rendida a sus pies.
Bolt se bañó en oro con un crono de 9.81, acompañado en el podio por Gatlin (9.89) y el canadiense Andre de Grasse con 9.91.
A Gilberto la experiencia le resultó anecdótica y asegura que ya tiene mucha historia que contar.
"Es interesante venir, viajar en carro tanto rato y quedarnos tanto rato para menos de 10 segundos, pero es una cosa que solo viviéndola se puede describir, así que fue muy bonito", citó.
Contó que salieron bien temprano y duraron casi 50 minutos en un trayecto en el que normalmente duran unos 30 minutos desde la casa.
"Nos vinimos como hora y media antes de que empezara, pero hubo mucho desorden en las entradas y mientras dimos todas las vueltas e hicimos todas las filas, entramos apenas 15 minutos antes".
Ellos van una vez por año a su terruño, a su querida Costa Rica, al país que los vio nacer y que dejaron por una gran oportunidad.
"Vine con una empresa farmaceútica con la que yo trabajaba en Costa Rica y me contrató como presidente aquí en Brasil hace ocho años", relató.
Al llegar, lo primero que hizo fue aprender rápidamente el idioma portugués.
"Me vine yo y a los seis meses llegó mi esposa y mi hijo. También aprendieron el idioma y poco a poco me fui adaptando, toda la gente en la empresa es brasileña y nos va muy bien".
Destacó que la principal diferencia entre los dos países es el tamaño.
"En Costa Rica todo es pequeñito y en Brasil es multiplicado por cien, pero en el tema de los negocios se aplican los mismos principios y la gente es muy cálida".
Al pensarlo más, afirmó que por la forma de ser del brasileño, atento, amigable y servicial, "no cuesta mucho adaptarse".
"Extrañamos la cercanía que uno tiene para visitar lugares, como vivir en San José, agarrar un carro y coger hacia el Caribe, el Pacífico, la montaña, de un lado a otro".
Y agregó: "Extrañamos la comida, aunque es bastante parecida y obviamente a uno le hace falta la familia".
A través del deporte, los ticos que viven en Brasil experimentan la sensación de estar cerca de casa.
"Aquí no se habla nada de Costa Rica, aquí es todo como que muy local y hace dos años fue muy bonito en el Mundial, porque fuimos a los partidos y era bonito encontrarse a un montón de gente de Costa Rica, hablando a lo tico, con las banderas y en el estadio con la emoción de los partidos", recordó.
Entre risas, dijo que en ese momento fueron famosos.
"Ahora con estos Juegos Olímpicos hemos tenido la suerte de encontrarnos algunos ticos por acá, pero es poco lo que saben los brasileños y quienes sí hablan de Costa Rica es porque han ido a surfear y por los recursos naturales, pero la gente de aquí jala más para Estados Unidos y Europa, poco a poco Costa Rica se va conociendo más", citó Ugalde.
Pero para cerrar una noche inolvidable, faltaba algo más.
Thiago, nacido en Río de Janeiro, se les acercó y les dijo que él coleccionaba banderas, que le hacía falta la de Costa Rica y que se las intercambiaba por una de Brasil.
Era tanta la insistencia, que los ticos accedieron y esa situación les dibujó una gran sonrisa en el rostro; instantes después de que vieron a Usain Bolt colgarse su último oro olímpico en la prueba de los 100 metros.
En su palmarés, el 'Relámpago' tiene siete oros en Juegos Olímpicos y en Río 2016 aún aspira a ganar otros dos: en 200 metros y en el relevo 4x100.
La historia olímpica de Bolt terminará de escribirse en el Engenhão, como se le llama en Brasil al Estadio Olímpico João Havelange; o Nilton Santos, cuando el Botafogo juega como local.