Con el paso de los años logró hacer del deporte, su pasión; del gimnasio, su casa; del fisicoculturismo, su estilo de vida.
Hoy es el costarricense con mayor éxito en su disciplina y llamado a ser medalla de oro en los próximos Juegos Centroamericanos de San José, en marzo de este año.
De 40 años que tiene, Evaristo Cortés compartió 20 con decenas de pesas, máquinas y gimnasios.
La simetría en cada músculo de su cuerpo es por esfuerzo propio. No necesita (ni necesitó) de los servicios de algún entrenador.
En su carrera superó varios obstáculos; entre ellos, decirle “no” a los ofrecimientos de algunos “amigos”, de facilitarle el trabajo a sus músculos con inyecciones o el consumo de otras sustancias.
Evaristo es un férreo creyente de que “el uso de esteroides solo genera flores de un día” y justifica su permanencia en la escena deportiva gracias a los hábitos de salud con los que convive.
Se levanta a las 4 a. m. y hace su primer desayuno; cuatro horas más tarde repite esa comida. A las 11 a. m. almuerza por primera vez y a las 4 p. m. lo hace nuevamente.
La cena también es doble, a las 7 p. m. y a las 10 p. m.
A ese itinerario, le suma cuatro o cinco sesiones diarias –de máximo hora y media– de ejercicio anaeróbico de pesas en el gimnasio.
Es la rutina que, con el tiempo, le ha deparado 16 títulos nacionales en fisicoculturismo, una presea de plata del Campeonato Centroamericano y del Caribe, en el 2011; y un oro del mismo torneo, en el 2012.
Humilde y directo. Programó la entrevista en su centro de trabajo, el Gimnasio Multispa de Cipreses de Curridabat. Fue sencillo con su verbo y directo con sus respuestas.
Sentados sobre una de las bancas del gimnasio y con un potente sol que pegaba a las espaldas abordó la conversación .
En la charla dejó muy en claro que hay Evaristo para rato. Él se ve compitiendo en categorías mayores a las de 60 años y desea repetir su participación en el Campeonato Mundial de Fisicoculturismo.
“La meta mía era ir a un Mundial. El año pasado lo logré. Me fue mejor de lo que esperaba. Quedé de número nueve, pero puedo dar más todavía. Quiero volver”, fue su respuesta cuando le pregunté sobre el logro que más presume.
Lo más lamentable de su carrera lo vivió en 1998. Se preparó todo ese año para el Campeonato Nacional y una semana antes un brote de varicela le impidió competir.
“De ahí en fuera todo ha salido muy bien”, reflexionó.
Con su familia, es un presumido. Tiene 16 hermanos –todos mejengueros–, es casado y padre de dos hijos (de 3 y 7 años de edad).
Sobre su infancia habla con mesura. El semblante de su rostro cambia, respira y dice: “Mi finado padre fue muy fuerte con nosotros. Él casi no nos daba cariño, no jugaba con nosotros. Me hubiera gustado tener un padre cariñoso”.
A los 22 años Evaristo perdió a su padre, quien dejó a su familia el legado de trabajar con honradez.
Esa enseñanza es la que guía la labor diaria del atleta; un ser humano íntegro que con una vasta cosecha de triunfos en su carrera, pondrá en alto el nombre del país.