Una maestra de preescolar de 44 años está muy cerca de completar el circuito World Marathon Majors (Grandes del Maratón Mundial), el cual comprende las maratones de Nueva York, Chicago, Boston, Berlín, Londres y Tokio. Dichas pruebas son de 42 kilómetros.
Se trata de Adriana Rosales, a quien solo le resta correr en la capital de Japón, donde espera cerrar su sueño este sábado (7 p. m. hora de Costa Rica).
"Este es un anhelo por el cual comencé a trabajar en el 2009, un año después de correr por primera vez en mi vida, luego de que la menor de mis hijas me inscribiera en una carrera recreativa de cinco kilómetros que organizó su escuela", recordó Rosales, quien es mamá de dos mujeres, Michelle de 15 años y Alyssa de 21.
La atleta nacional tiene en su currículo las otras cinco maratones, incluso algunas de ellas disputadas en dos ocasiones: Nueva York (2009 y 2013), Chicago (2008 y 2012), Boston (2011 y 2015), Berlín (2011) y Londres (2013).
"La maratón de Tokio la he venido intentando hacer desde 2014 y 2015. En la primera ocasión no fui porque no resulté favorecida en la rifa para participar, aunque mis amigos sí lo consiguieron. En la segunda, la mayoría obtuvimos el cupo, pero a última hora uno de los compañeros sufrió una lesión y todos optamos por no asistir", recordó Mairena.
Adriana no oculta su emoción de estar a pocas horas de cumplir con el ciclo más prestigioso del atletismo de calle, aunque con gran honestidad revela que no viaja con la preparación idónea.
"Los últimos tres meses enfrenté serios contratiempos para poder entrenar como debía ser, a causa de un problema de salud que sufrió Michelle, a quien no podía dejarse sola un solo minuto durante las 24 horas del día. Tuve problemas para dormir. Mi esposo (Mark Roegiers) y yo debíamos de turnarnos para estar a su lado. Incluso, mi madre vino a ayudarnos", explicó.
La joven, dichosamente, experimentó una mejoría durante los últimos días por lo que le abrió la posibilidad de retomar su proyecto de Tokio.
La tica espera una temperatura entre los tres y 11 grados Celsius, mientras que el recorrido, en términos generales, lo describe como plano.
"Llevo mis tenis, una licra larga, dos camisetas, una de manga larga, orejeras y guantes para el frío", precisó la corredora antes de abordar el vuelo que la llevó hasta Japón, el martes.
En los últimos días le prestó mucha atención a la alimentación, especialmente en el reforzamiento de los carbohidratos por las proteínas y la hidratación a base de sueros.
"Ahora solo me resta estar preparada para enfrentar y esquivar todos los obstáculos que se me puedan presentar a lo largo del recorrido. Lo principal es tener la mente clara para atender y solucionar estos imprevistos. Algo es cierto, no debo preocuparme por las cosas que no puedo mejorar, pero eso sí, buscar la excelencia", expresó.
Esta es parte de la filosofía de vida que le ha dejado su admiración y seguimiento por el Dalai Lama, de quien aprende que "en la vida hay que tener paz".
En caso de completar las seis majors, su siguiente reto será volver a participar en la maratón de Boston y una semana después en la Big South en Monterrey, California.
Además, quiere correr una maratón con todos sus amigos con la idea de llegar juntos a la meta. "Esto sería como de película".
Las anécdotas suyas en estas pruebas son numerosas, algunas llenas de alegría o recuerdos de dolor y sufrimiento.
"Un ejemplo puede ser las tres horas que pasa uno congelándose en el puente Verazano, en Staten Island, mientras se da la salida de la maratón de Nueva York. Es algo impresionante, el desgaste físico y emocional que uno vive. Es indescriptible. Una vez, se me congelaron los pies y eso que intenté guarecerme dentro de un sleeping bag", dijo la maratonista que también asesora a un grupo de corredores.
Atrapada de por vida
Rosales todavía recuerda cómo la marcó para siempre haber terminado en el cuarto lugar aquella primera carrera de cinco kilómetros en la cual la inscribió su hija.
"Nunca antes había corrido y fue por esta razón que me preparé con tres meses de anticipación. Al ocupar esa posición me entró el gusanillo acerca de cuál realmente podría ser mi rendimiento por lo que luego me mantuve entrenado. Acababa de quedar atrapada por las carreras de calle", dijo.
Las prácticas las inició sola en La Sabana. Muy poco tiempo después, unas amigas que también entrenaban ahí la invitaron a que participara en una competencia de 10 kilómetros. Lo hizo y volvió a quedar en cuarto lugar.
"Sentí una gran emoción y, por primera vez sentí que acababa de descubrir algo que me llenaba de emoción y quebraba con la vida sedentaria que llevaba".
Como ella es maestra y entra a trabajar a las 7 a. m., debió cambiar su rutina para entrenar por las madrugadas, y además, atender la administración de la casa y otras obligaciones.
Hoy se levanta a las 4 a. m para cumplir con nueve y 10 kilómetros diarios de entrenamiento entre semana, mientras los sábados hace un poco de fondo.
"Todo lo debo tener debidamente programado porque no puedo permitirme que un contratiempo se traiga abajo todo lo planificado. Muchas veces desayuno mientras voy en el carro hacia el trabajo".
Un año después de su primera carrera, su archivo acumulaba cuatro más de 10 kilómetros y una media maratón, la de La Paz.
"En diciembre del 2007 un grupo de amigos me contó que se preparaban para la maratón de Boston del año siguiente. Me invitaron a hacerla. Yo no sabía nada de nada y comencé prácticamente de cero".
Corrió la prueba, lo hizo de manera "muy relajada" y al final terminó con un tiempo de tres horas y 53 minutos.
Al año siguiente participó en la rifa para hacer la de Nueva York y logró entrar.
La mejor marca que tiene actualmente, de 3:11:24, la consiguió durante su segunda participación en la Gran Manzana.
"En la carretera no soy la maestra, tampoco la madre, ni la hija, ni la esposa. Simplemente soy yo sola a quien le gusta disfrutar de la carrera de manera tranquila", concluyó.