“Nadie va a olvidar lo que hiciste hoy”, le dijo a un desfallecido Joe Frazier su manager, Eddie Futch, para decirle que la brutal tercera pelea ante Muhammad Alí se terminaba ya. Sin más.
Además de golpeado, Frazier tenía el ojo derecho cerrado y en el izquierdo una catarata, que nunca se había operado: estaba totalmente ciego en el cuadrilátero; mas, de no haber sido por Futch, sale a pelear ese round.
Enfrente, el Bocazas había decidido no salir al asalto 15 y así se lo dijo a Angelo Dundee, su entrenador, a pesar de que perdería su título de campeón.
Sin embargo, el médico de Alí, Ferdie Pachecho, se dio cuenta de lo que sucedía en el rincón de Smokin’ Joe y entre él y Dundee lo levantaron del banquillo y ganó la pelea. Como monarca, Alí luego cayó exhausto.
Tres minutos más pudieron ser una fatalidad. “Lo más cerca que estuve de la muerte”, diría Alí de ese terrible encuentro.
De un deporte violento, fue una pelea violenta: durante los 14 rounds que duró, los dos se golpearon sin tregua.
Fue tal el calibre de castigo que cada uno le arrebató el protector bucal al otro; el de Frazier, cayó en la tercera fila, en el asalto 13, cuando Alí tomó ventaja.
Pasó a la historia como la Batalla de Manila y se combatió el 1.° de octubre de 1975 en el Coliseo de Filipinas en Quezon City, afueras de la capital filipina.
A raíz de Frazier, George Foreman recordó esa batalla y la rivalidad entre aquellos dos: “Todo lo que quería era darle otra golpiza a Muhammad Alí. Tal vez, algún día, en el cielo”.