Cuando se habla de beisbol, hay algo especial que le distingue de todos los deportes y es que se habla de algo más que títulos. Se habla de hazañas, hitos y grandes épicas.
Sobre todas esas historias imposibles se cierne la triple corona. Más mágica que un juego perfecto, más imposible que un triple-play sin asistencia.
Es el hecho legendario de ser el mejor y hacerlo de forma constante durante una campaña completa de 162 partidos y seis meses de viajes, trajines, victorias y derrotas. Es multiplicar todo eso por tres.
Así de grande y mucho más es lo que hizo Miguel Cabrera este año.
Tan grande que solo 15 beisbolistas en la longeva historia de las Grandes Ligas lo han logrado.
Tan grande que en 45 años nadie lo ha alcanzado.
Tan grande que ni un hombre tan mítico como el mismísimo Babe Ruth logró hacerlo.
Así de grande es este venezolano. El mejor en promedio de bateo, jonrones y carreras impulsadas.
Las cifras no mienten y nadie puede decir hoy en día que es mejor bateador que la carismática estrella de los Tigres de Detroit.
Esto no se da como una mera casualidad. Miguel venía cazando este hito hace tiempo: fue el mejor jonronero del 2008, el líder de impulsadas del 2009 y el ganador de la corona de bateo en el 2011.
Seguirá el beisbol y avanzará la historia, pero este hito jamas podrá salir de los laureles de la gloria.