Los Gigantes jugaron seis partidos al borde de la eliminación en esta postemporada: todos los ganaron.
Los maderos de San Francisco despedazaron ayer la labor del abridor Kyle Lohse, a quien le anotaron cinco carreras para encaminar el triunfo de 9-0 sobre los Cardenales de San Luis, en el juego siete de la final de la Liga Nacional.
Matt Cain, el abridor de los locales, supo contener a los bates de los actuales monarcas de las Mayores y lanzó cinco innings y dos tercios con solo cinco hits permitidos.
Pese al dominio de Cain, el mánager Bill Neukom no se jugó ningún chance y lo sacó temprano. Quizá pensaba en resguardar el brazo derecho de su “as” para la Serie Mundial que se inicia mañana.
Los Tigres de Detroit, que barrieron a los Yanquis en la final de la Americana, llegarán descansados y contarán con el gran pitcher Justin Verlander para el juego uno del Clásico de Otoño.
Bateo caliente. Los Gigantes, que ya habían remontado de gran manera en el enfrentamiento ante los Rojos, tienen sus maderos ardiendo y así fue como salieron del bache. San Luis se había puesto arriba 3-1 en la serie y eso obligó a reaccionar a los campeones del 2010.
Pablo Sandoval, más conocido como Kung Fu Panda, es el ícono de ese despertar ofensivo, con tres jonrones, 16 hits y nueve carreras impulsadas en la postemporada.
Marco Scutaro, Gregor Blanco y Ángel Pagán han hecho la labor imposible para los lanzadores rivales. Incluso la han pegado los pitchers, con tres carreras impulsadas (una de esas por Cain anoche).
Ayer los Gigantes dieron 14 hits.
San Luis se va precisamente por eso, ya que ninguno de sus abridores estelares pudo detener a esa ofensiva en al menos uno de los últimos tres juegos de la serie.
Ni Lance Lynn, ni Chris Carpenter, ni Lohse, pasaron de la cuarta entrada. Todos fallaron.
También falló la ofensiva que solo anotó una carrera en las últimas 28 entradas. Ayer, por ejemplo, pegaron siete imparables y no consiguieron marcar una sola rayita.
En fin, mañana inicia un duelo digno de Serie Mundial: una ofensiva indetenible contra una rotación de pitcheo, la de Detroit, que se comió vivos a los Yanquis.