El boxeo estuvo frente a frente ante las artes marciales mixtas en la denominada pelea del siglo, entre Floyd Mayweather Jr. y Conor McGregor.
El espectáculo se inició desde que ambos “boxeadores” salieron rumbo al cuadrilátero. McGregror apareció con la bandera de su país cubriéndole el cuerpo y apoyado por una gran cantidad de aficionados irlandeses.
Por su parte, Mayweather saltó al T-Mobile Arena, de Las Vegas, Nevada, totalmente de negro y con un pasamontañas que le tapaba el rostro.
Con el sonido de la campana, los dimes y diretes quedaron atrás, todos los careos y las palabras que se dijeron pasaron a ser parte del pasado.
El primer asalto iba a despejar la incógnita sobre la capacidad de McGregor de solamente boxear, pues su especialidad no es esa.
Con el paso de los primeros tres minutos, McGregor salió mejor y hasta fue considerado ganador, dejando la impresión de que realmente teníamos una pelea por delante.
Ya en el segundo round , el estadounidense demostró por qué, para muchos, es el mejor pugilista de toda la historia.
El europeo mostraba un boxeo poco ortodoxo con una defensa un poco baja para este deporte, pero ideal para su forma de encarar la pelea.
El cuarto asalto fue una muestra de cómo Conor afronta sus peleas en el octágono de la UFC: se tiró encima de Mayweather con el sonar de la campana, como un león se dispone a cazar a sus presas.
El entrar al quinto, la pelea se veía empatada, con un nivel mejor de lo esperado por parte del multicampeón de la UFC.
Para ese momento, se empezaron a ver rasgos de cansancio en McGregor, lo que empezó a aprovechar su adversario.
El sexto asalto empezó a dejar sin la misma movilidad a McGregor, quien está acostumbrado a la duración de las peleas de UFC (solo tres asaltos).
La espuela de Mayweather salió a relucir en la segunda parte de la pelea, dominando los tiempos y conectando los mejores golpes de la noche.
El irlandés mostró su frustración en el noveno, al lanzar un golpe ilegal contra Mayweather, quien tomó eso como motivación para darle una paliza.
Como si no fuera suficiente, los golpes recibidos en el noveno, el décimo fue una golpiza, en la que Mayweather le cerró la boca a McGregor a punta de impactos fulminantes, con lo que el réferi se vio obligado a detener la pelea y levantar, por vez 50, el brazo de Money.