Londres. AFP Bradley Wiggins, primer británico en ganar el Tour, decidió retirarse definitivamente a los 36 años, poniendo punto final a una carrera exitosa llena de giros de guion.
El año pasado, siendo un “abuelo” de 35 años y tres años después de su gran temporada, en la que consiguió el título en el Tour y el oro olímpico en la contrarreloj de Londres 2012, se convirtió en uno de los seis pedalistas que han ganado la ronda gala e impuesto el récord de la hora (54,526 km).
Wiggo siempre tuvo pasión por la pista, como su padre Gary, un corredor australiano que abandonó a su familia cuando Bradley tenía apenas 2 años.
Tras empezar a destacar en el ciclismo en pista, tenía las pruebas en ruta como gran problema. Pero adelgazó drásticamente después de los Juegos de Pekín 2008 y eso le ayudó a reconvertirse, para brillar en las grandes rondas y destacar en la contrarreloj, la disciplina en la que fue campeón olímpico (2012) y mundial (2014).
Su reconversión es, para algunos, sospechosa. Los rumores sobre dopaje lo han acompañado en los últimos meses.
A mediados de setiembre, su nombre apareció en los datos pirateados de la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) y el mundo pudo saber que antes de los Tours de Francia del 2011 y 2012, y del Giro de Italia del 2013, tuvo autorizaciones para uso terapéutico con productos en principio prohibidos para los ciclistas.
Wiggins , por su parte, señaló que para él, el dopaje era imposible moralmente: “Eso es solo deporte. El dopaje no merece la pena, simplemente”.
En los Juegos de Río 2016 añadió otro oro en la pista, en la persecución por equipos, con lo que acabó su balance olímpico en cinco títulos y ocho medallas.
El chico criado en Kilburn, en la periferia oeste de Londres, siempre se ha recordado con una bicicleta. “Eso es lo que quería hacer. Estar en la bicicleta y ganar medallas para Gran Bretaña”, relata.