Froome, nacido en Kenia hace 28 años, escuchó el himno cuando ya era de noche en la Ciudad de la Luz, algo inédito hasta ayer.
Minutos antes, en la vigésimo primera y última etapa que servía de colofón al Tour 2013, el alemán Marcel Kittel (Argos) se tomó en serio el sprint y se anotó su cuarta etapa por delante de su compatriota André Greipel y del británico Mark Cavendish, quien desde 2009 siempre había ganado la despedida en París.
Una fiesta de homenaje al campeón, con inicio en el Palacio de Versalles y final en los Campos Elíseos, con la novedad de rodear por primera vez el Arco del Triunfo en cada vuelta. Otro detalle por el cumpleaños del viejo Tour.
La luminosa y colorida ceremonia la presenciaron cerca de 350 corredores que en alguna edición acabaron el Tour. Entre ellos las estrellas de siempre: Eddy Merckk, Bernard Hinault y Miguel Indurain, los únicos que junto a Jacques Anquetil han logrado cinco rondas galas.
Un triunfo previsible de Froome, superior de principio a fin, que rubrica una temporada redonda, además de llevarse el recuerdo de tres triunfos de etapa.
El menor de tres hermanos, quien vivió la niñez en Kenia y la adolescencia en Sudáfrica, eligió la licencia británica en 2008, se presentó en sociedad en la Vuelta a España 2011 con el segundo puesto y dos años después alcanzó la cima del ciclismo con su primer triunfo en el Tour de Francia, después de vestir de amarillo por 14 días.
“Creo que voy a necesitar mucho tiempo para darme cuenta de que este sueño es realidad” , afirmó el nuevo monarca del Tour.