“He mejorado. Soy un mejor jugador de baloncesto de lo que era hace un año, en todo aspecto”, le dijo LeBron James hace una semana a la cadena de noticias AP, en unas declaraciones que de inmediato le dieron la vuelta al mundo por su posible significado.
Es que si eso es sucede, quizás ya no haya caso. Tal vez, sea mejor apagar la luz, cerrar los gimnasios y darle el trofeo de manera anticipada a este monstruo.
Hoy, la NBA se trata de ganarle a James. No al Heat de Miami. Sino a James. Y de quién, cuándo y cómo diablos pueda eso hacerse.
En años, quizás desde Michael Jordan, la NBA no tenía un jugador tan dominante; tan superior. Ni siquiera Kobe Bryant en sus años de éxito estaba tan solo en la cima. Alguna competencia tenía. Poca, pero la tenía. No es el caso del Rey .
Su atleticismo, su competitividad y su lectura de juego con solo 28 años están en otro nivel.
No obstante, se obsesiona con mejorar y sigue puliéndose en cada detalle que cree que tiene espacio para hacerlo. Como él mismo asegura: “quiero ser el mejor de la historia. Sé que estoy bastante lejos todavía, pero veo la luz”. Por eso es que se examina a través de una lupa de enorme amplificación.
Bajo esa filosofía, año tras año aparece completamente remozado. Lo hizo hace dos con su defensa y su posteo; lo hizo hace uno con su selección de tiros y su mecánica en el jumper . En ambas ocasiones acabó con el campeonato en la bolsa.
Nueva mejoría. Ahora, en teoría, trabajó en su porcentaje de tiro libre, una de sus mínimas “falencias”, ya que 75% de efectividad en la campaña 2012-2013 es malo para una “ultrasuperestrella”.
De lograrlo, anotará tres o cuatro puntos más por partido, elevando su promedio a 30 o 31 por juego, lo que se suma a los ocho rebotes, a las poco más de siete asistencias y a los casi dos robos que registraron sus números en la pasada temporada... Cifras realmente absurdas.
Con alguien así, el que apueste en contra busca una sentencia de demencia. Seguramente sería más por algún sentimentalismo con otro nombre que por objetividad.
No hay analista de la liga que no considere a James como el mejor del mundo y a su equipo como el gran favorito a ser campeón.
Ni analista, ni tampoco aficionado, son excepciones los que no crean que Miami finalice en abril con el mejor récord de la liga.
Lo único que se dice a lo que pueden aspirar sus rivales es a tener cuatro partidos de lujo en las series de los playoffs . Y también con algo de suerte, porque contar con solamente una de esas dos variables nada va a cambiar.
Sino, pregúntele a los Pacers de Indiana y a los Spurs de San Antonio, que aún meses después de sus caídas en postemporada se preguntan como Miami, más bien, como James siempre salió adelante.