Madrid (AFP). El entrenador José Mourinho, cuya salida del Real Madrid anunció este lunes el presidente merengue Florentino Pérez, no logró completar con éxito su apuesta con este equipo, al que, tras tres años, abandona dividido y sin haber ganado “la décima” Copa de Europa de la historia del club.
El Special One llegó en mayo de 2010 precedido de su reputación de entrenador milagroso, de la mano de Florentino Pérez, que pagó al Inter de Milan su cláusula de rescisión de 8 millones de euros, con la misión principal de ayudar a los blancos a ganar una Liga de Campeones, que se les resiste desde 2002.
Pero, tres años más tarde, parece claro que ha fracasado, y el portugués abandona el Bernabéu con un balance relativamente pobre: una Liga, una Copa del Rey y una Supercopa de España.
El entrenador, de 50 años de edad, siempre preocupado por su reputación, ya se ha defendido asegurando: “antes de mi llegada, el Real Madrid ya no era cabeza de lista en Liga de Campeones y no había vuelto a alcanzar las semifinales desde 2003”. Pero, esto no esconde, que no alcanzó su objetivo principal en Europa.
Amante de los récords, Mou podrá, al menos, defender que se ha convertido de hecho en el tercer entrenador, después del italiano Giovanni Trapattoni y el austriaco Ernst Happel, en haber ganado cuatro ligas en cuatro países diferentes (Portugal, Inglaterra, Italia y España).
La Liga conquistada el pasado año, incluso lo fue de forma brillante, con un récord de 100 puntos, que no se habían logrado hasta ahora, y 121 tantos, es decir, más que el Real Madrid de John Toshack en 1990.
Pero, más allá de este éxito, Mourinho no ha logrado mantener la dinámica que podría haberle llevado a él y a sus jugadores a lo más alto de Europa. Reputado por sus excelentes relaciones con los futbolistas, ha acabado incluso por perder el apoyo de sus efectivos en esta última temporada, hasta el punto de ser el blanco de las críticas del equipo y los aficionados.
El portugués, que inició una cruzada contra todos aquellos que parecieran contestar su autoridad, cometió, entre otros, el error de iniciar un pulso –poco justificado desde el punto de vista deportivo– con Iker Casillas, el portero y capitán emblemático de los blancos.
Tras haberlo sentado en el banquillo en diciembre, Mourinho aprovechó la fractura del pulgar izquierdo del campeón del mundo y bicampeón de Europa para dejarlo sin jugar hasta el final de temporada, prefiriendo en su lugar al exsevillista Diego López, quien llegó al club en el mercado de invierno.
Esta decisión provocó un gran malestar en el seno del equipo, que, sin lugar a dudas, influenció en parte en los irregulares resultados de los merengues, hasta el punto que, incluso el central Pepe, hasta ahora leal a Mou, llegó a pedir a su entrenador “más respeto” hacia Casillas, lo que le valió acabar la temporada de suplente.
Ya en enero, el presidente Pérez había tenido que dedicarse a apagar fuegos, después de que el diario Marca asegurara que Casillas y Ramos le habían comunicado la intención de una parte de los jugadores de abandonar el equipo si Mourinho seguía al final de la temporada.
Tácticamente, el portugués también cometió en algunas ocasiones errores de bulto como cuando, en lugar de poner al centrocampista Mesut Ozil en el centro en la ida de la semifinal de la Liga de Campeones en Dortmund (derrota 4-0), relegó a la perla alemana a la derecha, dejando las llaves del juego a Luka Modric.
Abucheado por una gran parte del público en sus últimas apariciones, abandonado por un presidente que ya piensa en su reelección en julio, el de Setúbal abandona el Bernabéu con un sueño inacabado: ser el primer entrenador en ganar tres Ligas de Campeones en tres países diferentes. En España, The Special One no acabó siendo, en todo caso, The Only One.