Puntarenas. Puntarenas F. C. cocinó a Saprissa con la receta de siempre: una pequeña Olla Mágica colmada de gritos y calor a la que solo hay que agregarle algo de sudor porteño para lograr 13 años de invicto (y contando...).
Poco le importó al Puerto la camiseta de líder con la que llegó la S en esta oportunidad, o esa ofensiva cargada de velocidad, en su afán por mantener una paternidad histórica, esa que lo coloca como el único inquilino actual de la Primera División que nunca ha caído ante los morados jugando en su casa oficial.
El Lito Pérez, fortín de la causa naranja, no ve celebrar a los tibaseños desde el año 2000 cuando defendía la causa del Municipal Puntarenas. Con este su nuevo inquilino, la casa porteña cumplió ayer 16 visitas de los saprissistas con un balance de siete victorias locales y nueve empates.
Y aunque para muchos morados ganar en Puntarenas ya se convirtió en unos de los principales termómetros de cualquier temporada, lo cierto es que por la difícil gramilla arenera ya desfilaron desde equipos campeones hasta estos de la sequía y todos salieron con máximo una unidad.
Es más, los últimos ocho equipos tibaseños que llegaron al Lito sumaron, pero la marca sigue.
Razones. Explicar cómo un invicto se puede mantener por tanto tiempo entre dos rivales por lo general dispares es complicado para cualquiera, pero los últimos episodios han dejado algunas luces para el análisis.
Lo primero son las dimensiones del Lito Pérez, que condenan a Saprissa a variar su estilo hacia otro donde es mucho menos claro y, sobre todo, menos eficaz.
Rónald González lo reiteró en lo que fue su parecer sobre un punto con el que aseguró sale contento pese a su lógico deseo de ganar: el fútbol tibaseño apunta al espacio y la velocidad, dos lujos que sencillamente no estaban permitidos ayer.
Así, lo de la S fue el pelotazo y un fútbol más directo que, como sucedió ante la UCR, nunca derivó en la buscada anotación.
Otro punto es el calor, porque aunque el Invierno ha llenado de agua al Pacífico, el sol casi nunca se pierde un duelo de esos en que Puntarenas defiende su paternidad.
Ese factor le pasa factura hasta a un equipo que se jacta de su buen estado físico como este Saprissa, porque aparte del arranque y un segundo aire en la complementaria, la huella del sudor fue muy evidente en el caminar tibaseño.
Y lo último claramente es el rival, un Puntarenas que si en medio de episodios más difíciles se ha levantado a puro orgullo ante la S, con mucha más razón lo hará ahora que Rónald Chaves volvió a izar las velas del barco arenero.
Entonces, como no podía ser diferente, los ingredientes y la receta de siempre arrojaron el resultado acostumbrado: el invicto porteño sigue y el líder volvió a tropezar, negocio que ayer celebraron, y lamentaron, los dos.