Si alguien había puesto en duda el por qué un partido entre Saprissa y Alajuelense es el clásico de clásicos del fútbol tico, ayer recibió una sonora respuesta.
¡Qué juegazo! Y no se le otorga el atributo por haber sido de una calidad brillante en cuanto al volumen de jugadas de pie a pie (porque no lo fue), sino por la tremenda emoción, el inclaudicable empuje y la enorme significancia de cada uno de los ocho goles que se marcaron y pusieron a gritar a miles.
¡Lean, escuchen, palpen! ¡Ocho anotaciones en un partido cualquiera ya es una locura! ¿Pero en un clásico? ¡ Ni hablar!
Los que aún no vivíamos en la década de los 40 y 50 y no conocíamos cómo se empezó a construir la leyenda de los dos archirrivales, ayer, sin lugar a dudas, pudimos presenciar un claro ejemplo.
¿Por qué se hace dicha afirmación con tanta certeza?
Porque desde la final de 1971 no había un duelo entre manudos y morados con esa cantidad de anotaciones (5-3, pero en aquella ocasión se fueron a tiempo extra). Es el primer 4-4 de su historia.
En cuanto a pólvora, el de ayer solo está abajo de dos juegos, ambos en 1949: un 6-5 , en el primer juego entre ambos, para la Liga, y un 5-4, por Torneo de Copa, para la S.
Argumentos. Ayer había demasiados argumentos para cautivar.
Como que todo se acomodó para elevarle el cartel: que se jugara en el magnífico Estadio Nacional, que el Monstruo viniera sólido e invicto, que la Liga tuviese una intrigante y alentadora racha de triunfos, que sean uno y dos en la tabla de posiciones del Invierno 2013, que estuviese en la mesa el liderato...
Es más, hasta se le puede agregar que calzó a “pelo” con la euforia futbolística que encierra al país tras la reciente y celebrada clasificación de la Tricolor al Campeonato Mundial de Brasil 2014 .
Lo de ayer fue un clásico de colección, de recuerdo. De esos que con el pasar de los años se convertirán en un parámetro de medición entre juegos malos y buenos.
“¿Se acuerda de aquel 4-4 en el Estadio Nacional? Eso sí era amor a la camiseta”, dirá esta generación más adelante; porque, ojo: la barra quedó alta y será difícil de superar.
Lo único que queda entonces es esperar con calma. Esperar a ver si en el choque de la segunda vuelta, en el Morera Soto el 16 de noviembre, puede haber aunque sea la mitad de adrenalina. Ya un 2-2 termina siendo agradable a la vista.
Quizás ahora los futbolistas marquen en sus calendarios ese día, pues querrán tener una experiencia como la de ayer. También lo debería hacer el público, porque el clásico mostró de nuevo por qué es el clásico. Colaboró Rodrigo Calvo