Redacción
Un día cualquiera, antes de iniciar este certamen, Óscar Ramírez se dio cuenta que podía celebrar los goles de su equipo. Siempre serio en el banquillo, con el mostacho, la barriga y el saco negro o la sueter celeste; no importa el 'look', el peinado o la vestimenta, lo menos que ofrecía después de cada gol era una sonrisa.
Algo cambió. Luego de ocho torneos y cinco títulos, Machillo volvió a gritar un gol. El escenario fue el Morera Soto y el rival el Impact de Montreal. La Liga ganó pero quedó fuera de Concacaf. El 'temita' (diría Ramírez) no quedó ahí, ante Saprissa en el juego de ida de la semifinal en el Morera hasta saltó de su silla. Vibró con los goles de Jonathan McDonald como nunca antes lo había hecho en un partido clave.
Repitió la escena en la final. Corrió a abrazar a su asistente Keylor Reyes, tras el gol del empate de Pablo Gabas.
Machillo volvió a ser feliz, tal como lo fue de jugador. Rumbo a Italia 90, sus compañeros de equipo lo describían como un bromista de primera, siempre esperando cualquiera pifia para soltar la risa.
Una vez, durante un recorrido en el bus de la Sele, el equipo venía coreando una canción cuando Ramírez se inventó una estrofa para vacilar a su técnico Marvin Rodríguez. Todo el plantel soltó la carcajada, pero el entrenador se levantó furioso y lo mando a sentarse.
Una simple curiosidad.
"Cuando Óscar entraba a la cancha era muy serio, pero fuera de ella era un charlatán. Era el jugador que ponía el humor en el plantel", cuenta su excompañero Gabelo Conejo.
Por eso no es una sorpresa que vuelva a sonreir.
Hace algunas semanas, recién finalizada una práctica de la Liga, su amigo Mauricio Montero le notó un semblante particular. Como de satisfacción total, algo poco habitual en él.
El estratega, siempre muy pendiente de los comentarios de la prensa acerca de su estilo de juego, notó que le reconocieron el crecimiento ofensivo de su equipo.
El cambio de esquema en la fase regular de esta campaña, con mayores riesgos en ataque y menos amarres en el eje defensivo estaba funcionando bien. La Liga recibió anotaciones, pero también superó con cierta facilidad la red rival.
Marcó 43 goles en la primera fase, 15 más que su rival en la final Herediano, aunque este aspecto no terminó pesando demasiado.
Macho también aprendió a tranquilizarse, a disfrutar más y a sufrir menos con las críticas del entorno. Fue una mezcla de todo.
"Óscar disfrutó más, grita los goles y los celebra. Creo que el cambio en la forma de jugar en esta campaña le devolvió esa alegría", contó Montero.
Luego del cuarto galardón se tomó un semestre para descansar y meditar en su finca en Hojancha, cerca de la familia, sus amigos, los sembradíos y la cría de cerdos.
Le sirvió bastante ese pequeño receso, dicen en la directiva manuda.
"Le permitió respirar, tomar energía. Siento que desde que tuvo ese espacio para descansar, aprendió a controlar mejor sus emociones y a disfrutar más lo que hace", comentó el dirigente, Marco Vásquez.
El torneo finalizó, Ramírez perdió la final, pero al menos recuperó la alegría del gol. Su futuro continúa siendo incierto.
"Necesito un espacio para volver a recuperarme físicamente, bajar un poco de peso. El estrés es un punto. La cosa en esto es brava, no es fácil. Muchos pensarán que esto es de llegar, entrenar y jugar, y no, la cosa es muy compleja y te absorbe", concluyó el Machillo.