Por culpa de Otto, el fútbol no sabe igual. No dan ganas de prenderse en los partidos, acaso porque cualquier felicidad sería incompleta si pensamos en el drama que envuelve a los damnificados.
Es tal la apatía que uno gambetea hasta la oportunidad dorada de enlistarse en la última polémica acerca de la blandengue fibra anímica blanquiazul para quebrar una sequía de 76 años sin títulos.
Es curioso que personajes de todas las raleas se empeñen con pasión casi enfermiza en buscar respuestas extrafutbolísticas y dañar honras ajenas para explicar una realidad que es producto genuino de este juego.
Cartaginés no es campeón porque, sencillamente, las veces que se citó con la historia para disputar un título careció de un guardameta que estuviera a la altura de esa pretensión.
Los azules no contaron con el Patrick Pemberton, el Leonel Moreira o el Danny Carvajal que se agigantara en las series por el cetro y asegurara la copa con intervenciones decisivas.
Por el contrario, ha presentado en esas instancias una colección de arqueros de segunda fila, que pasó a la historia por hacer la estatua, recibir goles en medio de las piernas, quedarse anclados en el marco o irse en blanco en un despeje de puños.
¿Cuál equipo queda campeón con un portero al que le disparan desde cualquier distancia y los 10 jugadores de campo miran hacia atrás porque están convencidos de que aquello será gol?
¿Habrían sido campeones Alajuelense, Herediano y Saprissa con un guardameta de ese nivel, en las finales jugadas en los últimos cinco años? Por supuesto que no. Entonces dejémonos de muñecos y explicaciones paranormales.
Ahora que el fútbol perdió el pulso con el drama nacional por las consecuencias de Otto, prefiero regodearme en la nobleza y la solidaridad de mi pueblo con los hermanos en desgracia.
En la calidad del presidente Solís para dirigir la operación de prevención y apoyo, ofreciéndonos su mejor versión y acallando las voces que unas veces con razón y otras por simple joda, lo atacan sin descanso.
Las imágenes de la tragedia me conmueven, las 10 vidas que se perdieron, aún más; pero de cara al futuro, pienso que el país está en buenas manos cuando veo a una niña de 5 años donar su alcancía para ayudar a alguien que lo perdió todo.