Benito Floro dejó a Alajuelense como lo encontró y, al menos en eso, sí alcanzó la regularidad: cuestionado, sin renovación, con la afición dividida y un boquete en las arcas.
Sus números ruborizaron, su rendimiento no superó el 42%, su proceso fue un engaño, sus contradicciones se volvieron un sello personal y su ojo para las contrataciones era miope.
Tiene un socio a la altura de su fracaso, el presidente Fernando Ocampo, un experto en la pirotecnia mediática que ideó un plan de renovación sin bases para unir a la familia eriza.
El jerarca cometió dos errores: encomendarle el equipo a un hombre de glorias sepia camino a la jubilación y vender la idea de un cambio generacional sin bases ni sustento.
La hora del relevo sorprendió a la cantera eriza con la guardia baja. No hay nada en el riñón rojinegro para enlistar en el equipo estelar, con excepción de Adonis Pineda, un pichón de Keylor si no se marea.
Hoy por hoy, los mejores jugadores Sub-20 pertenecen a Cartaginés y a Santos, en ese orden, porque las camadas de grandes futbolistas a veces son caprichosas y vienen en grupos de 4 o 5 por un designio generacional.
Sin materia prima para gestar el cambio, Benito se amparó en la vieja guardia, un grupo compuesto por ocho futbolistas que ya alcanzó la gloria con el Macho Ramírez, inició su declive natural y no tiene para más. Usted los ve partido tras partido, repitiendo las mismas frases gastadas ante la prensa.
Ese camerino se ha vuelto un triturador de entrenadores: se deshizo de Hernán Torres, Javier Delgado –despedido por WhatsApp–, José Giacone y ahora Benito Floro.
Para calmar a la afición, Ocampo se juega una carta de la casa y pone la brasa en el pico del Pato López, el último gran ídolo, flanqueado por un par de nombres bonachones anclados en el corazón de la gente, como el Chunche Montero y Jozef Miso.
Wílmer estrenará el ciclo en el clásico, un partido que podría depararle tranquilidad si lo encauza por la victoria o lo pondría tenso muy temprano si la derrota le escamotea el plan grande que, según Ocampo, tiene para él –al menos por ahora–.
Más allá del desenlace que depare el fin de año, la llegada del Pato no resuelve nada en Alajuelense. Es un simple parche en un equipo sumido en crisis porque carece de calidad en todos los frentes –futbolístico, de cuerpo técnico y de directores– para fraguar un auténtico cambio.
Y eso está muy lejos en la Liga aún.