Uno pensaría que terminar de primeros en el Grupo B nos daría trato preferencial, pero a medida que se perfilaron los clasificados a la hexagonal, quedó claro que eso era una utopía. Lo comprobamos dos fechas atrás, cuando se confirmó que la diferencia entre ser líderes o segundos radicaba en cerrar en Panamá –como ocurrirá– o recibirlos en el Nacional.
Si de pedir gustos se tratara, habría preferido abrir en casa ante Trinidad, para renovar los votos de fidelidad con la gente y darle de comer al invicto local en juegos eliminatorios.
La preferencia radica en que los equipos del Caribe son como un globo ponchado, es decir, se desinflan a medida que recorren camino, pero suelen ser sólidos y complicados cuando la ilusión está intacta en su patio.
No será lo mismo jugar con Trinidad allá en la apertura que cuatro fechas después, si la mano les viene mala, aunque el aval de la historia nos favorece pues jamás nos vencieron en seis duelos previos. Siempre en el ejercicio del calendario ideal, me habría gustado visitar primero a Estados Unidos, porque el destino nos tiene acostumbrados a vivir experiencias duras allá, que luego se traducen en actos de reivindicación nacional, como en la eliminatoria pasada.
Y ni hablar de la doble visita a México y Honduras, en marzo del año entrante, que puede facturar muy caro en función del resultado inicial ante Trinidad, por lo que implica jugar en el Azteca y por la dificultad que supone ahora el duelo ante la H de Jorge Luis Pinto. Si no queremos resignarnos muy temprano a pelear la tercera plaza o el repechaje, habrá que invocar el Aztecazo del 16 de junio del 2001, como unidad de medida de un sueño factible, y escudriñar cuáles son las debilidades de la Honduras del hombre que nos conoce al dedillo. Ese partido se merecerá, al menos, un par de columnas aparte.
Aclaro que esta exposición de ideas es un mero ejercicio de circunstancias que no se dieron y el destino sabrá por qué, pero ya en un plano más práctico confío en que la receta de ganar todos los partidos en casa y puntuar en tantas visitas como se pueda, nos montará en el avión a Rusia.
Convendría, eso sí, dar con las respuestas a esas interrogantes que nos inquietan desde que la pelota echó a rodar en la ronda previa. Me refiero a los cortocircuitos en el nivel de juego, a la tendencia a desaparecer en largos pasajes del partido, a algunas producciones individuales preocupantes y a la falta de alternativas en algunos puestos clave.
Pienso quién tomará la manija si Bryan se lesiona, a quién buscamos para que le haga sombra al disminuido Joel, dónde está el relevo que llene la cuota goleadora que aportaba Saborío y quién es capaz de rendir como lo hace Christian Bolaños a sus 34 años.