¿Puede haber cosa peor para un saprissista que escribir su columna justamente la noche en que campeoniza la Liga, con cláxones y algarabías lejanas a guisa de música de fondo? Sí, hay algunas cosas peores. No muchas, empero. La caída de un meteorito en el plato de cereal. El descubrimiento de una pitón ovillada bajo la colcha cuando se preparaba uno para una noche apacible. Estar en la ducha, y ver de súbito que la cortina se descorre y el Macho Ramírez, con peluca blanca, comienza a apuñalarlo a uno, mientras los violines hieren el silencio con sus estridentes alaridos, tal la imagen imborrable de Psicosis , de Hitchcock.
Pues bien, amigos, hasta el último pálpito del partido, creí que tal iba a ser el caso. Ya estaba resignado a una columna amargamente humorística, o amargamente amarga… cuando el espíritu de Garrincha tuvo piedad de mí, y me preservó de esta humillante experiencia. El equipo del 6-0 en México, y del reciente 4-0 contra la Liga, ganó en una errática comedia de penales, donde todo el mundo quiso ser Panenka… cuando bastaba con meter una maldita pelota en un arco de 7,32 por 2,44 metros de superficie.
El Macho lanzó espumarajos de ira demoniaca después del empate de Heredia. Comprendo su furia. Me gusta su personalidad. Tiene sangre, y no horchata en las venas. Un temperamento con miles de calorías emocionales. Pero, en honor a la justicia, debería haber reconocido que el primer gol de la Liga fue consecuencia de un tiro de esquina mal pitado, y que en el partido anterior, a Heredia le saquearon un penal con destreza digna del más avezado carterista.
El Team ganó entre caídas estrepitosas y no pocas turbulencias. Jugando, en general, menos bien que Alajuela y Saprissa. Pero tuvieron a Odir Jacques, sinónimo de victoria. Nació para ganar. Como jugador y como técnico. Un prestidigitador al que pueden dar un barco con cuatro torpedos bajo la línea de flotación, y será capaz de hacerlo ganar una fragata. ¡Qué personaje! ¿Por qué no lo rebautizan “Ganar Jacques”?
Tiene a la victoria imantada: es su compañera. La corteja, la besa, y ella reciproca sus caricias. No por diablo, por viejo o por zorro: porque posee una forma específica de inteligencia futbolística que nadie más tiene en nuestro país.