Buenos Aires
Diariamente les digo a los más jovencitos: no se pierdan un minuto de Messi, estamos viendo la historia del fútbol. La fantasía lleva a creer que antes había muchos así. En absoluto: nunca hubo. Y en el futuro seguramente veremos jugadores buenos, muy buenos, lo normal… Esto es distinto a todo. Ya tiene 27, casi 28, un día no lo tendremos más y el fútbol volverá a ser prosaico, común, terrenal. Hemos tenido la inmensa fortuna de ser sus contemporáneos y, quien más quien menos, vio toda su carrera hasta hoy. ¿Cuánto le queda…? ¿Cinco años.. seis...? Los que fueran, disfrutémoslo. Difícilmente se vuelva a repetir otro igual en magia, talento, contundencia y regularidad.
Hay quienes lo detestan porque aman a Cristiano Ronaldo, otros porque son hinchas del Real Madrid y algunos más (en América Latina) lo aborrecen por ser argentino. Simplemente, disfrutemos de verlo, sin pensar en comparaciones, colores o nacionalidades. El arte es patrimonio universal. No le miremos el pasaport. Por cierto, no lo comparemos más con Ronaldo, eso es blasfemar.
“Ah, pero todavía no hizo un gol con la lengua”. Un día hará un gol con la lengua y entonces dirán: “Sí, pero con la lengua y al ángulo”. Y cuando lo haga con la lengua y al ángulo exigirán: “Pero tiene que hacerlo en un Mundial”.
Es difícil que un futbolista vuelva a tener una temporada como esta de Messi. Ha sido sensacional desde finales de julio hasta ayer, sin baches, sin pausas, genialidad tras genialidad. Ha hecho todo lo que un club puede pedirle: ser la figura de cada partido, hacer montañas de goles, organizar el juego arrancando desde el medio y dar toneladas de asistencias. Y contagiar a los demás, transmitirles de que es posible ganar todo.
Otros podrán conquistar más títulos, hacer más goles o ganar más dinero, pero así no jugó nadie. Nunca. Cuando el Barcelona se aturdía entre el dominio del Bayern y el avance del reloj, Leo clavó un zurdazo seco a la ratonera. Destrabó el partido. Y luego… bueno, luego hizo de Picasso, de Da Vinci, de Chaplin, de Messi: ridiculizó al pobre Boateng y se la picó (¡de derecha!) al batible Neuer. Porque cuando enfrente hay un crack, el arquero no existe; se llame como se llame. Tres semanas atrás lo demostró Jackson Martínez revolcando dos veces al mismo Neuer.
Luego, con la sencillez y la facilidad de los genios, con un toque perfecto, Messi dejó solo a Neymar para que él también festeje. Porque combina al máximo nivel las dos facetas, lo que ni Pelé ni Maradona lograron: ser el goleador y el asistidor número uno al mismo tiempo. Leo tiene el récord histórico de goles y de asistencias en España y en la Champions League . Como para demostrar que los otros no juegan para él, sino él para los otros. Días pasados, Andrés Iniesta dio su primera asistencia de la temporada, en la fecha 34. Messi ya llevaba 50 anotaciones. Queda claro que no juega por Iniesta. Ni por Xavi, que ahora es suplente. Y mucho menos que sea un producto de Guardiola, a quien acaba de destrozarle el auto (su Bayern). Messi fue el gatillo del tridente de oro con Xavi e Iniesta, el verdugo en el trío con Eto’o y Henry y la iluminación en la terna actual con Neymar y Suárez. Le pidieron que por favor se corriera a la derecha para no estorbar a Suárez. Se corrió; hizo más estragos. Luego le dirán “por favor, no tan a la izquierda que me lo tapa a Neymar”. Buscará otro sitio. Cambiarán los nombres, habrá otro tridente y él seguirá encabezándolo. Le dirán si puede ubicarse en aquel otro rinconcito, se ubicará. Batirá más récords.
¿Servirán estos goleS? ¿Conformarán a los eternos detractores de Messi? Porque la víctima esta vez no eran el Granada ni el Levante ni el Córdoba. Eran el Bayern y Neuer. El otro día, a propósito del 8-0 del Barcelona al Córdoba, alguien escribió: “Si le sacan al Barça y al Madrid, la Liga Española sería tan competitiva como la de Chipre”. ¿El Bayern es de Chipre? Porque si Suárez y Neymar estaban finos se llevaba seis también. (Valga la aclaración: el Bayern no remató ningún tiro al arco en 95 minutos, o sea no muy diferente del Elche).
Aquella vez del 7-0 del Bayern al Bar ça en 2013 (4-0 en Munich y 3-0 en el Camp Nou), Messi estaba en una pierna; ahora estaba con las dos. Entonces se había desgarrado días antes frente al PSG y apenas pudo tenerse en pie en el campo en la ida; en la vuelta ni jugó. Con Leo entero es más complicado. Beckenbauer criticó duro a Guardiola por la derrota en Barcelona. Pero hasta el minuto 77 el Bayern estaba aguantando, y cada vez más cómodo. No era cuestión de planteo. Cuando un genio se ilumina, la táctica es irrelevante. ¿O cómo lo hubiera detenido Beckenbauer? ¿Le hubiera pedido documento? Él fue un sensacional defensor, pero también habría caído como un poste, igual que Boateng.
La temporada 2013-2014, la de “el año malo de Messi” (en la que marcó solamente 58 goles), debe considerarse como histórica en la carrera del genio. Fue cuando decidió retrasarse definitivamente en el campo y convertirse, así, en un jugador total: conductor, armador, asistidor y definidor. O sea, el que vemos hoy. Antes de cerrar este ciclo, en 51 partidos con el Barça lleva 53 goles, 29 asistencias y unas 60 situaciones de gol más creadas. Pena que los estadígrafos no cuenten las gambetas, los pases sublimes, los amagues, los caños...
“Nunca más vamos a ver un Pelé o un Maradona”. La frase la pronunciamos alguna vez todos. Pero lo estamos viendo, y en versión mejorada. Pudo ser de 1930 o del 2050, lo tenemos hoy, dichosos de nosotros. Disfrutémoslo.