Tosco: grosero, sin pulimento ni labor –según el diccionario–. Tosco: sin adornos técnicos –según el fútbol–; sin lujos bautizados con populares nombres, desde “la bicicleta” hasta “la elástica”, convertidas en arte cuando las firma un Ronaldinho, un Messi, un Cristiano Ronaldo, especies de Picasso, Van Gogh o Dalí.
Lo tosco carece de esa gracia –al menos la ordinaria–.
Alguna vez pensé que Ronaldinho no sonreía con sus enormes y desacomodados dientes, sino con los pies. El tosco, en cambio, no tiene un fútbol sonriente, sino de dientes apretados, ceños fruncidos, espinillas golpeadas, puños cerrados.
Toscos: Cristhian Lagos y Esteban Granados –en el juego de Herediano–, un equipo que ha hecho de los peones sus héroes. Carecen de gracia para bailar el “Mambo” de anteriores temporadas, pero a golpe de tambor marcan las pulsaciones del equipo. Son de la misma estirpe de los Puyol o Gatusso –guardando las distancias–, de los Mauricio Montero, cuya filosofía de juego se resumía en “chollarse las nalgas”, o de los Indios Mayorga, siempre decididos a meter “más pata” que otro.
Entonces, aunque resulta imposible renunciar al gusto por el juego lindo, uno termina haciéndose abanderado del esfuerzo. Prefiero un tosco que una vedette .
A un camerino como el herediano le vienen muy bien esas figuras sin pulimento ni barniz. Acostumbrado a estrellas importadas de otros clubes, a riesgo de una débil identidad con la camiseta rojiamarilla, el Team podría encontrar su emblema en el espíritu de lucha. Contra el América no le vendría nada mal. De paso me declaro a muerte aficionado florense en sus juegos contra el favorito de la Concachampions , un rival poderoso pero no invencible.
El póster que ha sido Herediano en campañas anteriores sería incapaz de cuestionar los pronósticos, pero este comienza a contagiarse de quienes tienen oficio.
A falta de lujosa técnica, Granados –un jugador con el que nunca me he deleitado– tiene tres pulmones y dos corazones; Lagos, una capacidad de lucha forjada en las plantaciones bananeras, además del gol, que no es poca cosa. Esta vez los lujos pueden esperar su turno. ¿O será que en estos tiempos el coraje es un lujo?