Admirados o execrados, lentos o vertiginosos, comedidos o sobre-modulados, discretos o incendiarios, analíticos o apasionados, atildados o folclóricos, con voces de tenores dramáticos a lo Mario del Mónaco, o apenas un pito por instrumento, el locutor es un personaje constitutivo de la cultura del fútbol, esto es, que el juego se constituye a través de él.
Escribo hoy estas palabras para rendirles a todos mi pequeño homenaje, mi reconocimiento, y decirles la palabra más hermosa del mundo: ¡gracias!
Rara vez se habla de ellos, en un deporte en el que solo los jugadores y los técnicos son tenidos por héroes. ¿No cabe hablar de una forma de heroísmo que se manifiesta en la ignota dimensión de los micrófonos, ahí donde las tragedias personales, los dolores ocultos no encuentran siquiera el alivio de las graderías que vitorean, de los aficionados que lloran con sus titanes caídos? ¿Cuántos locutores tienen que empuñar su micrófono y salir a su campo de batalla después de pérdidas personales, de golpes de revés de la vida, de oscuros e inconfesos dolores? El grito de “¡goool!”, ¿no será a veces una forma estilizada del llanto? ¿Qué se esconde, tras esos estallidos de aparente alegría?
Pero “the show must go on” -es el lema del artista-, y aun moralmente fracturados, hechos trizas como una vasija rota, cumplen con su deber. No usan el micrófono para lamentarse: al público no le interesa lo que pasa en el corazón, en el sanctasanctórum del locutor: es cosa que le tiene perfectamente sin cuidado. El público viene por lo suyo: vivir el futbol, oír el grito de gol, el comentario lúcido, el crescendo de la voz que precede a la anotación, encontrar en el locutor una caja de resonancia que reproduzca sus propios sentires. Es implacable, eso que llamamos “público”.
Los locutores son lo que los estadounidenses llaman “héroes no cantados”. Indispensables pero rara vez reconocidos como tales, alma misma del fútbol, solo descubrimos su importancia cuando, un día cualquiera, nos faltan. Entonces nos decimos… ¡qué raro… es el mismo deporte, los mismos jugadores, pero algo no está bien, algo falta!
Compañeros, el espíritu del fútbol solo elige las copas de los árboles más altos para anidar: eso son ustedes.