Durante la última década, la Liga de Ascenso se ha convertido en un verdadero purgatorio en el que los equipos más irregulares de Primera División expían sus culpas durante una o dos temporadas antes de regresar a la categoría de honor.
Es casi una versión criolla de los llamados “equipos ascensores”, esos que bajan y suben de categoría como si fueran los pisos de un edificio.
La UCR es el mejor ejemplo de ello. Luego de 31 años de ausencia en Primera, el cuadro celeste logró el ascenso en el 2007.
Fue el regreso soñado (llegó a cuartos de final en el 2008), pero no duró mucho. Volvió a Segunda en el 2011, luego de varios años coqueteando con el descenso.
Ahora, solo dos temporadas después, regresan a la división de honor, con la ilusión de consolidarse e incluso (en palabras de su técnico) aspirar a un título.
El recién descendido San Carlos, es otro buen ejemplo de lo que ha ocurrido en la última década. Los norteños bajaron de categoría en el 2004, purgaron dos años de culpas y regresaron en el 2006, con más fuerza que nunca.
Fueron protagonistas en varios torneos, llegaron a disputar el título nacional en dos ocasiones (Verano 2010 y Verano 2011), pero pecaron en esta temporada y el descenso les cayó encima.
Santos de Guápiles, Carmelita, Belén y Ramonense son los otros clubes en las últimas diez temporadas pasaron de una categoría a otra como cambiar de camisa.
Si no que lo digan los guapileños, que bajaron en el 2008 y regresaron un año después, una proeza que solo han logrado cinco equipos más: Uruguay (1968), Turrialba (1974), San Carlos (1978), Cartaginés (1983) y Curridabat (1986).