Buenos Aires
Es el momento más crítico y más triste en un siglo de fútbol boliviano, sintetiza Tito de la Viña, bioquímico y reputado narrador radial paceño de 84 años. Podrían agregarse los términos dramático y hasta catastrófico. A 18 días del comienzo de una eliminatoria que debiera tener ilusionado al país futbolero, lo ha sumido en la desesperanza. “Estamos lejos del nivel que nos permita soñar con una clasificación a Rusia, porque no hay valores importantes y porque comienza un ciclo con grandes dificultades”, dice Grover Echavarría, director de RadioDeporte de Bolivia. Antes de iniciarse una clasificatoria de dos años y medio, los hinchas ya se ven últimos.
Todo comenzó en la Copa América, en Santiago. Antes de disputar el último partido del grupo, y estando ya clasificados para cuartos de final, el técnico Mauricio Soria discutió en términos graves por los premios misérrimos que pretendía darle el presidente de la Federación, Carlos Chávez, quien calificó el hecho de “motín”. Se disputó el partido ante Chile y Bolivia cayó 5 a 0. Al volver a Bolivia, Chávez anunció en conferencia de prensa el despido de Soria. Sin embargo, antes de poder comunicárselo, el propio Chávez, el secretario general Pedro Zambrano, el vicepresidente Jorge Justiniano y otros funcionarios de la FBF fueron arrestados por orden de la justicia boliviana, bajo los cargos de legitimación de ganancias ilícitas, uso indebido de influencias, beneficios en razón del cargo, delitos tributarios y estafa con la agravante de víctimas múltiples. Se los acusa de haber montado un aparato delincuencial que se quedaba con los dineros del fútbol nacional, además de apropiarse de una taquilla de un amistoso Bolivia-Brasil cuyos fondos debían destinarse a la familia del niño muerto por un bengala arrojada por hinchas de Corinthians en un partido frente a San José.
Chávez, que además es el tesorero de la Conmebol, repite que la medida “no tiene ni pies ni cabeza”, pero todo el país futbolero sospechaba de él. Le atribuían haber armado un aparato “para quedarse para siempre con la Federación”. Fue alojado en Palmasola, una cárcel de máxima seguridad, donde comparte con narcotraficantes, asesinos y violadores. Está preso desde el 17 de julio y su proceso, dicen, va para largo. Él sostiene que sigue siendo el presidente de la Federación y envió una carta a los medios amenazando con medidas legales si decidían su revocatoria. “Que nadie me toque el sillón, ya vuelvo…”
Sin dinero y con una lluvia de problemas y obligaciones a las que hacer frente, la Federación quedó acéfala, sin posibilidades de administrar el fútbol. Según los estatutos, para poder pedir un Congreso que designara nuevas autoridades, se necesitaba la firma de tres de los cinco miembros del comité ejecutivo, pero quedaban apenas dos libres. Hubo que llamar a numerosas reuniones y congresos extraordinarios de las dos entidades que componen la FBF: la Asociación Nacional de Fútbol (la rama aficionada) y la Liga Profesional, que organiza el campeonato. Finalmente se logró conformar un comité y llamar a congreso, el cual decidió un nuevo presidente, Marco Ortega. Este envió sus credenciales a la Conmebol, pero esta lo rechazó: sigue reconociendo a Chávez.
En medio de esas febriles negociaciones, el nuevo comité ratificó el despido del entrenador Soria y nombró como sustituto al español Miguel Ángel Portugal. Sin embargo, antes de asumir Portugal, cambió de decisión y eligió a Julio César Baldivieso. Su presentación se produjo 7 días antes del riesgoso partido con Argentina en Houston por la fecha FIFA. Sin fondos a mano en la Federación para costear el viaje, el capitán Ronald Raldes prestó $27.000 de su bolsillo para que la delegación llegara a Estados Unidos, donde la selección verde fue humillada por 7 a 0.
El partido había sido arreglado de palabra por Chávez, pero no estaba firmado. Y las nuevas autoridades no querían jugarlo justamente por temor a un papelón. Según indica la prensa de Bolivia, le llevaron a Chávez el contrato a la cárcel con fecha anterior y lo firmó, por lo cual lo hicieron valer y hubo que presentarse. Argentina quería cumplirlo a toda costa porque con Messi cobra $1.750.000. Y si no se hacía, los perdía. En la anterior fecha FIFA, Bolivia tenía pactado un cotejo con Nigeria y por todos sus problemas dirigenciales no acudió. Nigeria le inició juicio por un millón de dólares.
Al regreso del penoso compromiso, Baldivieso acusó a los jugadores de estar más preocupados de pedirle la camiseta a Messi que por la derrota que habían sufrido. Inmediatamente Raldes llamó a conferencia de prensa y renunció de manera irrevocable al equipo nacional. Horas después se sumó el goleador Marcelo Martins Moreno. “Mientras esté Baldivieso, no juego más en la Selección”, espetó. Y tras él habló el arquero Romel Quiñones (excelente futuro). Directamente, lo incendió al técnico: “Si tiene que decirnos algo en la cara que lo haga, igual que nosotros lo haríamos. Si nos agarra en el camarín y nos dice algo, eso se queda ahí. Pero resulta que él sale a decir un montón de cosas para quedar bien con la gente y que los jugadores sean los malos de la película”.
La FBF logró evitar una huelga general de futbol que amenazaba con no poder presentar a la selección en los dos primeros compromisos de la eliminatoria. Los hinchas bolivianos se expresan en los medios y coinciden unánimemente: la corrupción ha hecho una obra devastadora en el fútbol nacional. En medio de semejante cuadro, Uruguay se frota las manos: intentará su primer triunfo en La Paz.