Ustedes lo vieron, todos lo vimos, nadie dejó de comentarlo: fue “the talk of the town”. Messi se enfila por el ala derecha. Boateng le sale al paso. El gnomo le quiebra la cintura con una finta relampagueante. De paso, le quiebra también la auto-estima, el orgullo, la dignidad. El gigante gira sobre su propio eje, y cae aparatosamente. Una secuoya talada, un viejo edificio dinamitado, uno de esos contendientes que Tyson hacía rebotar de cordel en cordel, cual si de dibujos animados se tratasen. El coloso tronchado se desploma de una pieza, con todo el peso de su portentosa humanidad: ¿habrá dejado un cráter en el terreno? Entretanto, el duende adorna la jugada con su clásica vaselina sobre Neuer.
Para siempre, Boateng será evocado como el rígido tronco que propició el mejor gol de 2015. Nadie recordará que en partidos anteriores secó y anuló a Messi como si de un chiquito de kindergarden se tratase. No, eso no lo recordará nadie. En su momento la prensa no le dio el crédito que merecía. “Messi no estuvo en su día” -se limitó a comentar-, como si “no estar en su día” sea una elección, y no la obra de un defensa, alerta como un lince a toda criatura que se aventurase por sus predios.
¡Ah, amigos, qué injusto es el fútbol! El hecho de que ese Boateng que evaporó a Messi del terreno no sea recordado, y el guerrero caído se haya convertido en objeto de irrisión y ridículo, prueba dos cosas. Una: nuestra endémica mezquindad. Dos: la gestión ofensiva siempre será más celebrada que la defensiva. Es la razón por la cual la FIFA solo ha galardonado a tres defensas: Beckenbauer, Moore y Cannavaro.
Decía Shakespeare: “nuestros defectos serán esculpidos en granito, nuestras virtudes, escritas sobre el agua”. Boateng no cometió otro error que enfrentar a un fenómeno en la más inspirada de sus tardes. Yo me rebelo, y grabo en el granito las maravillosas jornadas que nos regalara Boateng, y escribo en el agua el percance de que fue objeto. Si no fuésemos las miserables criaturas que somos, le haríamos un monumento a los cientos de goles que ha evitado, y recordaríamos la bailada de Messi como un incidente aislado. Sé que evolucionaremos a este nivel de nobleza ética. Lo que no creo es que suceda antes de unos 5 .000 años.