La historia de Jonathan McDonald en Alajuelense terminó de la peor manera: de baja deshonrosa por el hastío que sus acciones provocaron en cuerpo técnico y dirigentes.
Entre paredes retumba la versión de que Delgado lo tenía en el radar desde su regreso al banquillo y, a medida que el Verano avanzaba, se confirmaba en la idea de darlo de baja. Lo empujaban en esa dirección una hoja de vida rojinegra cargada de polémicas, expulsiones e insensateces dentro y fuera de la cancha, que terminaron de convencerlo. Para colmo el equipo no salió campeón y, se sabe, en esas circunstancias es más fácil apuntar hacia un blanco que se la había buscado, que hacer el autoanálisis y repartir la cuota de culpa en partes iguales.
Apenas unos minutos después de conocer su desvinculación, McDonald se quejó en un canal de televisión de que no le dieron razones y aceptó con valentía los dardos en forma de pregunta que le lanzaron en varias direcciones.
En nuestra sociedad de doble moral no lo veo como ángel ni demonio. Se equivocó, sí, pero dio la cara siempre, cargó con las consecuencias y purgó los castigos. Dio y recibió, se disculpó, lanzó codazos y también cargó con ellos, maldijo, rezongó, encaró, reventó un botín en dirección a un rival como otros tiran gorras al piso para descargar la bronca.
¿Qué haríamos en una situación límite en nuestro trabajo, enervados por el estrés y la presión, con superiores reclamando cuentas y nublados por la impotencia de no poder cambiar un resultado?
En esas circunstancias pienso como el papa Francisco, no soy quién para juzgar, y prefiero pensar en que ese ser humano desollado en redes sociales por sus reacciones volcánicas fue fichado una vez por una organización de bien social y se fue a levantar paredes para los pobres. Ese gesto que ignoro si partió como recomendación de un terapeuta para paliar el mal carácter o surgió por su propio convencimiento y voluntad, en mi opinión lo enaltece y lo redime de las culpas porque dignifica su condición y su valor como persona.
Ojalá se enliste pronto en otro equipo y siembre su camino de goles, que es lo que mejor sabe hacer, para paz interna y de las personas que realmente lo aman. El resto es pasado y acostumbrado como está a ser motivo de conversaciones, tema de análisis en redes y bocado de expertos, embocarla en la red de nuevo le dará una razón poderosa para ser feliz y seguir adelante.