Buenos Aires
Jackson Martínez no eludió a Neuer, lo desparramó. La desenvoltura, la clase y la decisión con que el colombiano eludió la salida del golero alemán y marcó el tercer gol del Porto (después de 38 días inactivo por lesión) subrayan dos aspectos: 1) La categoría del goleador. 2) Cuando el atacante es crack, el arquero no cuenta, se llame Neuer, Casillas o Buffon. El delantero manda, está en él la acertada resolución de la jugada. El arquero puede gravitar cuando la duda o la mala finalización del adversario le dan chance, pero si este no titubea y define bien, es gol. Nos recuerda al ‘Pato’ Fillol, monstruo de los tres palos, pero con Maradona, Bochini o Mastrángelo adelante siempre tuvo nulas posibilidades. Frente a grandes definidores no hay recursos que valgan.
Jackson, además, contribuyó de manera decisiva en la espectacular victoria portuguesa al conseguir un penal a los 3 minutos de juego. Demostró ahí una fantástica concentración. En una de las primeras acciones ya estaba con las antenas paradas, listo para dar un zarpazo. Y demostró una gran astucia también. Vio que salía Xabi Alonso con pelota dominada como último hombre y se le fue encima a atorarlo. Alonso es un hombre pesado, cuyos miembros inferiores semejan dos árboles. Jackson lo trancó fuerte, lo desestabilizó y le robó la bola. Allí también había gambeteado como un cono a Neuer, pero este le cometió penal, que debió ser expulsión además, porque en ningún momento buscó la pelota sino derribar al oponente. (Por cierto, en cincuenta años de fútbol nunca vimos un fallo que perjudicara a un equipo alemán, de club o de selección; jamás un pito en contra; todas las dudosas, a favor, y las claras, como esta, también, en Mundiales, en Champions, en todo). Con un hombre menos desde los 3 minutos y 1-0 abajo, el Bayern podría haberse llevado una canasta llena a Alemania. En cambio el 1-3 es levantable. El juez español Velasco Carballo lo dejó con vida.
No obstante, el miércoles en Munich, con más espacios (porque el Bayern debe salir a buscar de entrada) es posible que Jackson se dé un festín frente a Dante, Boateng y el mismo Xabi Alonso. Grandotes y duros los dos zagueros, lentón el volante (que además roza los 34). Jackson tiene que llevar los cubiertos nomás.
Sin esos 38 días ausente, Jackson Martínez ya hubiera firmado la mejor temporada de su carrera. Andaría por los 35, 36 goles. Y seguramente lo hará en lo que resta de liga portuguesa y Champions. Está en una fase espectacular, capitán, figura y goleador de un equipo bravo como el Porto, que va por la semifinales, a lucharla con el alma (le va a costar al Bayern…). Muchos lo definen como “un nueve tanque”, descripción que le hace poco honor. También se le adjudica “poca técnica”. Para regatear como a un poste dos veces a Neuer (y salir para ambos perfiles) algo de técnica hay que tener. Lo mismo para rematar o cabecear como lo hace. La técnica no se reduce apenas al dominio de pelota.
A Colombia le sobran delanteros de alta gama: Falcao, Teo Gutiérrez (River), Muriel (Sampdoria), Bacca (Sevilla), Ramos (Dortmund), todos buenos, con gol. Y hay una docena más en clubes menos importantes. Después de verlo el miércoles en tal nivel de excelencia nos preguntamos: ¿no debería ser Jackson titular en la Copa América…?
La otra gran luminaria de la semana de Champions fue Luisito Suárez, con sus dos goles antológicos al Paris Saint Germain. Por si alguien aún abriga alguna duda de que el uruguayo es un jugador descomunal, un delantero de cualquier época. Ya le había robado una pelota a David Luiz en la puerta del área, esquivó a Marquinhos y sacó un tiro que se fue alto. Avisó. Luego hizo una jugada monumental. Era él solo contra tres. Dominó y entró al área, metió un caño delicioso a David Luiz, enganchó hacia adentro e hizo pasar de largo a Marquinhos, se le vino con todo Maxwell, frenó y lo aguantó con la zurda mientras preparaba la derecha para el disparo final al gol. Tremendo golazo a lo Suárez, en solitario contra toda la defensa, su gran especialidad.
El segundo suyo fue una pared larga con Mascherano (buena devolución), cuando le llegó el balón vio por el retrovisor que venía embalado David Luiz y pum, otro túnel magnífico y se fue solo contra el arquero, el pobre Salvatore Sirigu que no pudo salvar nada. Suárez sacó una bomba al ángulo. Impresionante definición. Era el delantero que reclamábamos para el Barcelona desde hace años, el crack que no perdona, la carta brava para los partidos trascendentes. Extraordinario atacante, una pena que no lo veremos en la Copa América.
El gol en contra de Mathieu le dio un hálito de vida al PSG de los petrodólares. Que contará con Ibrahimovic y Verratti en la vuelta. Pero si el Barsa juega igual los retornos son meros detalles. La lesión de Thiago Silva en el PSG le hace un lugar en la zaga a David Luiz (anoche no habrá podido dormir pensando en Luis Suárez). Siempre que su equipo va perdiendo, David Luiz toma la lanza y se va arriba buscando la heroica, pero deja atrás algunos agujeros colosales. Y llegan los goles contrarios. Le pasó en el Mundial ante Alemania, en la ya histórica tarde del 7 a 1. David Luiz nos refresca el recuerdo de “Patota” Morquio, un zaguero uruguayo que jugaba en Huracán, muy intrépido él. Si Huracán tomaba un gol, allá iba Morquio a jugar casi de “9”. Y en algún momento llegó a figurar en la tabla de goleadores. Pero Huracán recibía cantidades de goles y Morquio no estaba para evitarlos.
El Barsa fue tiqui taca en su máxima expresión, festival, “tomala vos, damela a mí, con los franceses nos vamo’ a divertir…”, lujos, golazos…
Puede tener baches el Barcelona, falencias defensivas, desconcentraciones, lagunas que le duran un par de meses, o más. Pero el día que están inspirados sus intérpretes es una orquesta filarmónica. ¡Qué lindo suena…! Nadie toca igual, es un placer para la vista. Después de ver un lance tan prosaico como Atlético de Madrid 0 - Real Madrid 0, degustar la exhibición azulgrana ante el Paris Saint Germain fue más que nada una comprobación: ese fútbol es distinto a todo. Los demás podrán ganarle y eliminarlo, hasta golearlo, como ha sucedido frente al Bayern, pero nunca jugarán de esa manera. Ese preciosismo, ese amor por la excelencia y por la pelota está en el ADN Barsa, en la mente de Xavi y Messi, es una idea madre, una consigna que anima el vestuario del Camp Nou, un dogma que preside la institución y cada nuevo que llega lo debe acatar o no cuaja. En ese club se juega así. Y no se discute. No es un estilo apenas, es una bandera. Luis Enrique no tiene nada que ver en esto. Él apenas tratará de no estorbar, de no romper ningún florero. La semilla la plantó Cruyff un día, la regó Frank Rijkaard, la abonó Pep Guardiola. Los otros que pasaron por allí, por respeto o temor, no quisieron tocar nada. Y lo bien que hicieron.