Los insultos que recibe el portero Víctor Bolívar, partido por partido, rayaron anoche en lo insólito, el juego que tuvo que ser detenido en tres ocasiones por los improperios que le gritó la afición morada al guardameta porteño.
Los dos primeros frenazos del partido los dio el árbitro Rafael Vega en la primera parte, luego de que la afición se metiera entre ceja y ceja el insultar al porteño.
En estas dos ocasiones se perdió un aproximado de cuatro minutos, sin embargo, la tercera, que llegó en el complemento, atrasó la velada aún más.
No bastó el buen gesto de Yeltsin Tejeda y de Alexander Robinson cuando corrieron desde media cancha a abrazar a Bolívar, mientras incitaban a la feligresía que no lo insultaran más.
Tampoco sirvió que el animador del estadio pidiera hasta el cansancio que se evitaran ese tipo de cánticos, que no vale la pena transcribir en esta nota y, que, en vez de disminuir aumentaban.
Cada saque de puerta y cada intervención del meta servía para que los saprissistas olvidaran las veces que ese mismo guardameta defendió esa camisa morada a muerte; a ése mismo que ayer acribillaron sin piedad en una sola voz.
El hecho que terminó de rayar en lo insólito fue cuando en la tercera intervención del árbitro (esta duró cinco minutos) el mismo capitán morado corrió hasta la media cancha con un micrófono en mano para pedirle a su afición un alto a los insultos contra Bolívar.
“Nosotros les agradecemos que nos hayan venido a apoyar pero por favor ya no sigan con los insultos”, dijo Robinson a la multitud.
Al cierre del juego y luego de los ocho minutos de reposición que saldó la malacrianza, Bolívar salió disparado para el vestuario entre abrazos y frases de apoyo de sus compañeros y colegas, sin dar una sola palabra (más que entendible).
“Eso de las discriminaciones es algo que mancha al fútbol y se debe erradicar”, finalizó Robinson.