Las ganas tardías y un agónico autogol en el alargue fueron la receta de Saprissa para la salvación en un duelo contra Limón que estuvo a segundos de acabar en tragedia.
Más que la tradición, anoche fue la verguenza el combustible de un equipo al que ni siquiera las incontables facilidades que le dio el colero le alcanzaron para mejorar su caminar, pero sí para rescatar un punto y, cuando menos, ralentizar la caída en la tabla de posiciones.
El equipo de Luis Fernando Fallas en los primeros 35 minutos dejó clarísimo por qué está acomodado en el sótano, con un mar de pases incompletos, un futbol carente de ideas y una falta de corazón pasmosa para un cuadro que hace apenas meses luchaba por el título.
Pero a la S eso no le basta para mejorar, no a este equipo que otra vez demostró que tiene serios problemas en defensa y poquísimas cartas que cumplan en ofensiva.
Ayer Rónald González acató el pedido expreso de la gradería de volver a ver a José Carlos Cancela en la formación titular y el uruguayo le devolvió la cortesía con manejo de tiempos, pases filtrados y la apertura de espacios.
Y aunque no fue el redentor del buen futbol para los morados, tampoco le ayudó la fatídica noche de Cristhian Lagos o el poquísimo aporte de José Luis Cordero.
En esos mismos 35 minutos en que Limón ni siquiera se asomó al arco morado, los hombres de la casa tampoco hicieron mucho por llevar peligro a la otra parcela y cuando lo lograron, solo fue para hacer gala de su mala definición.
Pero luego vino el chispazo y el error de siempre en Tibás: Limón se sacó un par de paredes y Alexánder Espinoza sentenció: 0-1.
Urgencia. Saprissa volvió del entretiempo a tratar de salvar la noche, dejó a Tejeda en el banquillo y metió a Luis Diego Cordero.
Así, además de volver a la línea de cuatro atrás (empezó con una de tres), ganó hombres en ofensiva.
Para el 54’, Michael Umaña puso a soñar con la posibilidad de la remontada, pero apenas un minuto más tarde la zaga morada se confabuló para dejar a Kareem Mclean rematar en dos oportunidades.
Ahí se le vino encima el mundo a la S, con la imagen de tres derrotas al hilo (incluida la del colero), una pesadilla que Ricardo Harris evitó al 93’ con su autogol.