Mis amigos (imperfectos como yo), enemigos (por quienes no pierdo el sueño), amores (reales y platónicos), confidentes (dignos de contarles secretos), compinches (con quienes comparto café y tertulia), cómplices (de bromas, aventuras y tortas), modelos (que nunca coloco en pedestales ni altares), héroes (que no dejan de ser humanos), villanos (algunos admirables) y socios (camaradas de proyectos) los escojo yo, solo yo.
Lo mismo ocurre con mis opiniones (que procuro no rayen en dogmas), posiciones (con algunas soy terco), perspectivas (unas más negociables que otras), ideas (que comparto con quienes las enriquecen), visiones (algunas acertadas, otras erradas), creencias (incluidas las teológicas), ideologías (sin que sean sinónimo de etiquetas), certezas (siempre bajo sospecha), dudas (bienvenidas), inquietudes (siempre revoloteando en mi cabeza) y críticas (a veces me paso).
Mis deseos (cada día me sorprende con alguno), sueños (los que tengo cuando estoy despierto), anhelos (muy íntimos), esperanzas (nunca salgo de casa sin alguna en el bolsillo), ilusiones (me niego a renunciar a algunas de ellas), fantasías (despiertan con la primera jarra de café), proyectos (algunos eternamente pospuestos), metas (unas cuantas pues no se trata de un programa de gobierno) y ambiciones (ninguna tiene que ver con apetitos de poder) también las escojo yo, solo yo.
Igual sucede con mis prejuicios (algunos son evidentes), obsesiones (poseo una interesante colección), locuras (infaltable condimento para la vida), envidias (yo sí “envidio los goces de Europa”), fantasmas (claro que tengo algunos), tentaciones (lo confieso: soy débil), pecados (no todos los que mercadean las iglesias), culpas (una de las palabras favoritas de los manipuladores), vicios (absolutamente disfrutables) y placeres (lectura, pesca, fotografía).
Todo esto lo escojo yo, solo yo, incluida mi pasión de siempre por el fútbol; es decisión mía que este deporte me enamore, apasione, emocione, alegre, entristezca, enoje, inspire, indigne y me lleve a opinar –a veces con la cabeza y a veces con el hígado– en las redes sociales y en este espacio. Respeto lo que piense y opine cada quien, pero en estos terrenos no permito que nadie me dicte cómo patear la bola.